Caminante por los polvorientos caminos de la esperanza torera. Se le ve con el hatillo al hombro que contiene un capote sucio, una triste y raída muleta que consiguió por ahí, y tal vez un ramillete de ilusiones que lleva consigo el torerillo.

Una ironía que algunos le conocen con el título de capitalista cuando en realidad es un proletariado de la fiesta taurómaca.

Puede ser nuestro personaje, un aficionado o un hambriento y en no pocos casos, las dos cosas.

Durante el día, en las tientas, busca que le den los últimos capotazos de una vaca.

El maletilla hace todo lo posible por llamar la atención de los aficionados y de las figuras del toreo buscando una oportunidad.

En ocasiones hasta hace arreglos con el apoderado para sacar en hombros al torero en son de triunfo después de la faena, a cambio de un dinerillo que le servirá para comprar alimentos para esa hambre que se ha convertido en parte de él.

Entre el maletilla no falta el pícaro, ni el vago ni el mendicante.

Figura, como el espontáneo, mítica, romántica e indispensable y real de la fiesta taurómaca.

Un muchacho con su ramo de ilusiones que sueña con la gloria taurina.