Informa desde Venezuela. Giovanni Cegarra. Periodista Taurino

El silencio, la tranquilidad, no son buen presagio, cuando se tiene por delante, una circunstancia en la que está en juego el futuro institucional de una Escuela, como la Taurina de Mérida, Estado Mérida, occidente venezolano, que por decisión sucesoral familiar, ya no se le puede llamar Humberto Álvarez.

La situación reinante en la Escuela Taurina de Mérida, en honor a la verdad, deja en entredicho, la definición de su futuro. Existe, por una parte, una Junta Directiva designada por socios de una Asociación que prácticamente se cree casi ama y señora de la misma y por la otra, la intención de crear otra similar y en sus efectos, se contaría con dos Escuelas Taurinas y en el medio de ambas, los pocos alumnos que tienen, que no sabrían para donde agarrar, toda una incertidumbre, por lo que coloquialmente referimos que, el cuento debe acabar.

Los escasos alumnos de la Escuela Taurina que funciona a la deriva, en la Plaza de Toros Monumental Román Eduardo Sandia de Mérida, van de la mano de dos de sus egresados, los novilleros Ramón Contreras y Francisco Chico Paredes, porque los Instructores titulares no están en el país, ni se sabe si vuelven y el que les hacía sus veces, se encuentra delicado de salud.

Con mis sinceras disculpas y respetos a la Familia Álvarez, Don Humberto Humbertico Álvarez debe estar revolcándose en su descanso eterno, con lo que está sucediendo en su Escuela, su legado, a la que en vida, le dio todo a cambio de nada, prevaleció su esfuerzo, voluntad, tesón, sabiduría, pasión y afición, para guiar y formar a muchos, que hoy son matadores de toros, novilleros, banderilleros, mozos de espada.

No es justa, la confrontación por la que atraviesa la Escuela Taurina que otrora se llamó Humberto Álvarez, por lo que se hace necesario que prevalezca la sensatez entre quienes generaron el enfrentamiento institucional que llegó a lo familiar, se sienten frente a frente, se digan lo que tengan que decirse, aclaren lo que deban aclarar, rindan lo que tengan que rendir, despejen dudas, bajen tensiones y posiciones autoritarias, por el bienestar de todos, de la Escuela, de sus alumnos, del buen nombre y respeto de su creador fundador, en fin, el cuento debe acabar, punto, con Dios y olé.