Hay al final del famoso libro de Ortega y Gasset, titulado ‘Sobre la caza, los toros y el toreo’, un capítulo titulado ‘Complementos’, que si bien perteneció a una serie de escritos que el filósofo hizo sobre Goya y Velázquez, fue introducido, junto con otros artículos de temática similar, en este libro por idea del editor. Ortega y Gasset consideraba, ya en los 60, que “El arte taurino, irremisiblemente, está en la agonía porque desde hace un cuarto de siglo entró en la zona etérea, remilgada y aniquiladora del estilismo”. Ortega considera este hecho como “un escorzo de toda la transformación social de España”. Así pues, el filósofo nos habla del problema y de su causa. Entre líneas, hay que leer que esta agonía no es pasajera, llegó para quedarse en la medida en que la sociedad es dinámica y que está sujeta, como de hecho ha estado, a otros cambios sociales que también terminarían, como han terminado, influyendo sobre el toreo y sobre el toro.

Ortega fue un visionario también en esta observación. Estilismo. Uno de los males actuales de la fiesta. El estilismo en el toreo se presenta una herramienta de doble filo, algo que debería engrandecerlo pero que, sin embargo, lo degrada y lo denigra, por una parte y por la otra algo que sirve para evitar responsabilidades, eliminar al principal protagonista de la fiesta para poner en el centro del ruedo a una persona que posee, o procura poseer como elemento fundamental de su trabajo, la pose, el ritmo, el estilo, la belleza, la estética antes que el valor. Porque no cabe duda de que para que el toreo pueda ser estilizado (entendiendo por estilismo lo que se entiende hoy), el toro debe ser manipulado. Es curioso como para crear la estética del toreo se ha recurrido a eliminar la del toro.

La principal preocupación de los toreros actuales es la estética. En ese sentido los toreros que dicen ser los más importantes, son estetas, buscadores de la belleza. No obstante, es esta que buscan una belleza rara, una belleza que no surge de forma espontánea, que no se relaciona directamente con un torero sino con muchos a la vez. Porque casi ninguno de ellos se ha preocupado de crear la belleza, de alcanzarla desde una perspectiva individual, única e irrepetible. No. Se han empeñado en copiar la belleza, o el concepto de belleza, de toreros inmediatamente anteriores y de alguno eminentemente contemporáneo (curiosamente todos ellos tuvieron o tienen conceptos de belleza propios, puros, diferenciadores). Poco más. En consecuencia se ha creado una belleza repetitiva, mecánica, estructurada, plagiada y poco natural. Una belleza que no es bella. Habría que averiguar si la búsqueda de esa belleza ha correspondido a la diferenciación de cada autor o a la descarga de obligaciones que la profesión de matador de toros, hoy de artista taurino, exige.

La fiesta actual está contagiada de esteticismo y esto es peor todavía. Porque el esteticismo es la actitud de aquel que da preponderancia a la belleza sobre valores como la moral o el compromiso social, según reza el María Moliner.  Esto nos lleva a preguntarnos ¿Cuál debe ser la moral del oficiante? ¿Qué tipo de compromiso social debe tener éste con la actividad en la que oficia? Dando respuesta a ambas preguntas observamos que moral y compromiso social son dos elementos fundamentales en el desarrollo futuro del toreo. Es más, podría decirse que están interrelacionados en la medida en que la moral del torero debe estar conchabada con su compromiso social; no hacia la sociedad en general, que también, sino hacia la fiesta en particular.

Llegados a este punto, parece ser que nadie se ha planteado cuál es el compromiso social del torero. Y aquí es donde viene lo grueso del asunto porque el torero tiene el compromiso social de mantener una tradición única, ancestral y a un animal irrepetible e inimaginable fuera de la tradición. Hasta ahora no hemos visto el compromiso social sino en las clases de toreo que se ofrecen a los jóvenes siempre pensando en eliminar la probabilidad de que el día de mañana no pasen por taquilla. No está mal, pero es insuficiente. Pero de ello deducimos que existe un amplio compromiso con la profesión ¿Existe el mismo compromiso con el toro?