Con profunda preocupación vemos los taurinos, como a la más hermosa de las fiestas, llena de belleza, plasticidad y colorido, paulatinamente se la va devastando con leyes absurdas, de quienes sin fundamento ni justificación alguna las emiten. Ayer fue la prohibición del ingreso de los niños de 12 años a los toros, hoy, se ejecuta otra “maravillosa” invención de los nuevos “intelectuales”, neófitos en cultura, arte y derechos humanos; sacrílegos de una liturgia milenaria: el Arte de Cúchares; que con pensamiento retrogrado pretenden coartar las libertades, burlándose de los derechos y garantías que tenemos los ciudadanos en este país que siendo nuestro, lo vamos sintiendo cada vez más extraño y lejano con sus imposiciones, cuando hoy se impide a los jóvenes hasta 16 años puedan asistir a las corridas de toros. Sin embargo, para sus protervos fines utilitarios, se los convierte en adultos prematuros. ¡¡ ¿Qué más tenemos que esperar ?¡¡.

En lo personal, le hecho la culpa a nuestra tibieza taurina, porque no hemos actuado con argumentos de peso y seria determinación, desde el primer momento en que comenzaron los atropellos a la cultura taurina, y si algo hubo, fueron vocinglerías y balandronas, lo cual no produce ningún efecto benigno; o quizá valerse de lo más sencillo, las redes sociales que muchas veces solo sirven de vitrinas de exhibición, y porque esto es más cómodo para protestar. Con retóricas y poses de los distintos grupos que aparecen y se deshacen con facilidad no se podrá conseguir absolutamente nada y la fiesta reclama ….. ¡Acción!.

Hay que hacer frente a los nuevos desafíos y episodios políticos que se presenten, pero para ello es necesario prepararse lo suficiente. Que los pensamientos se traduzcan en acciones y no esperar que llegue el colapso para actuar, o es que no hemos asimilado las lecciones generadas en la Madre Patria, cuando en Barcelona se prohibió las corridas de toros. ¿Es que acaso los aficionados lesionados bajaron la guardia y se resignaron a aceptar tal decreto?. ¡Jamás! De inmediato y como debía ser, procedieron a UNIRSE, diseñar un plan de acción y de inmediato a conseguir firmas para llevarlas al parlamento y pelear su batalla con convicción, demostrando que existe una comunidad taurina que ama y defiende la fiesta brava, sin importar el costo.

A la fiesta en nuestro medio, hay que darle la verdadera significación y colocarla en el lugar que le corresponde, porque esta no es cualquier espectáculo, es una herencia convertida en tradición, legada por los conquistadores en esa gran fusión cultural de la que somos su producto; ser conscientes de que la llevamos en los genes y en consecuencia es nuestra identidad, pero a la vez un patrimonio, que nadie nos lo puede arrebatar a menos que perdamos la última gota de sangre que nos quede en las venas.

En cuanto a los políticos y a quienes elaboran las leyes, si no lo saben deberían aprender de otras naciones más cultas que la nuestra; las que orientan con amplitud los conceptos de cultura y arte, como el caso de Francia, -el primer país del viejo mundo-, en el que, las ciudades que gustan del toreo decidieron compactarse y exigir al Ministerio de Cultura, la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial, que más tarde fuera refrendado por la UNESCO.

Posteriormente en España, en una campaña sin precedentes se produjo otro fenómeno y muy importante el año anterior, cuando en 25 provincias del país ibérico, se sumaron 2.500 declaraciones de Patrimonio Cultural Inmaterial, representando esto más del 50% del territorio nacional, reconociéndose la identificación de las regiones con la fiesta de los toros y convirtiéndose de esta manera en fiesta nacional, porque la identidad de España es reconocida en el mundo como taurina. Ese es su patrimonio y nadie lo puede dudar.

Por último en este año, los taurinos consiguieron que el Congreso apruebe el blindaje de la tauromaquia. Porque en el texto aprobado introduce la Declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Histórico Cultural, “título que según se ha explicado desde el Ministerio de Cultura, es el máximo rango que otorga el ordenamiento jurídico español para los bienes inmateriales”.

No nos lamentamos del todo porque todavía nos quedan las emblemáticas Escuelas Taurinas, para los niños que sueñan con ser toreros, eso señores hay que cuidarlo y dejarnos de cachondeos. Es hora de actuar y reivindicar la fiesta y si no se lo puede hacer por falta de agallas, -lo cual nos mortificaría de por vida-, es preferible abandonar el país y buscar el ambiente adecuado donde nos podamos acoplar sumisamente en el cómodo y mullido sofá de la cobardía