México es una nación corrupta y arbitraria en la que la Historia se repite una y otra vez, sin que sus habitantes aprendamos ni jota. Aceptar el cargo sabiendo de antemano que la impunidad campeará como toro bravo -especie, por cierto, en serio peligro de extinción- atenta contra los derechos fundamentales del hombre. Su actuación ha sido enorme. Usted fue nombrado para representar a todos los que asistimos al coso y su deber es velar porque se respete el reglamento, y por tanto, la calidad de la función. Cosa que hizo cabalmente. Además, los jueces deben aplicar su criterio en aquellos casos en los que la ley deja cabos sueltos. No haberle otorgado a José Tomás la oreja del primero marcó la pauta. Usted ha dignificado la cada día más decadente Plaza México. A continuación, negar el rabo para Arturo Macías ha puesto el listón un poco más arriba. Los cronistas taurinos hablan de desatinos pero, aunque estuvo estupendo, con lo poco toreado en redondo y la estocada defectuosa, lo del premio mayor no lo era.

Salvo Guadalajara que es un ejemplo y da para otro artículo, en cualquier otro sitio, lo del mano a mano hubiera terminado en un orejatón. Hasta ayer y quitando respetables excepciones, era común lo de los apéndices a granel exhibidos en vueltas al ruedo presumiendo  una desfachatez y una desvergüenza que sobrecogen. Aún es peor que el público no entienda que se están defendiendo sus intereses y que para la próxima, sabiendo que Miguel Ángel Cardona preside, los protagonistas se la pensarán dos veces aplicándose con todo rigor si es que se quieren ir a hombros. A cambio, la vulgaridad galopante en la que nos revolcamos y que nos caracteriza, estalló en el tendido con coritos de insultos espetados como nos encanta, es decir, protegidos por la masa y amparados en el anonimato. Si hubiera una competencia mundial de lanzamiento de piedra y escondida de mano, seríamos los campeones.

Finalmente, aplaudo su negativa a los arrastres lentos y vueltas al ruedo que para los toros de Xajay exigían algunos espectadores indignados. No se puede premiar a ejemplares que apuradamente resisten un puyazo apenas señalado y que acometen con gran nobleza, pero con una total falta de bravura y casta. Se acaban los tiempos del toro bravo dejando el paso franco a los del toro bobo, como se acabó la época del peligro, cediendo todo el terreno a la estética pura del toreo. Por último, Señor Juez –no ha costado ningún esfuerzo ponerlo con mayúsculas- enhorabuena y todo mi agradecimiento. Es usted un hombre de honor, espero no le moleste leer esta última frase ahora que esa cualidad moral anda tan devaluada y hasta los políticos dan su palabra de honor. Que la lucidez con la que presidió el domingo le dure muchas tardes.

 

 

 

 

 

 

Crónica de José Antonio Luna