Lo encontré casualmente, si es que la casualidad existe y no es en efecto, una consecuencia de nuestros actos y gracias a ello, sin darnos cuenta, tropezamos con lo que estamos buscando. Lo hallado está en el prólogo que firma Aline Pettersson, de la novela El libro vacío. Por cómo escribe la prologuista, supongo, que no es aficionada a los toros. Está hablando de la vida de Josefina Vicens, la autora del relato, a la que los taurinos –los que leen- la conocemos como Pepe Faroles, que fue el pseudónimo que utilizó para rubricar sus textos taurómacos. El prefacio nos refiere la lucha constante que la Vicens sostuvo en favor de la mujeres, la justicia social y también, algo que llama la atención de Aline Petterson al referirse más adelante a que: “[…] bregó en favor de la excelencia de las artes taurinas tan manchadas por las negociaciones turbias de los participantes”. Ahí está lo vergonzoso, en lo de las negociaciones turbias que se miran desde todos los ámbitos y desde luego, reconocen sin esfuerzo hasta los que no son adeptos.

Negociaciones como las que se acostumbran al conformar un serial. El viernes la empresa dará a conocer los nombres de matadores y ganaderías definitivas para participar en la próxima temporada en la Plaza México. ¿Serán los carteles o sólo el elenco?. Algunos portales electrónicos adelantan vísperas e informan que serán las doce primeras combinaciones. Además, entre otras cosas notifican, por ejemplo, que: Diego Silveti toreará tres domingos consecutivos. Uno se queda patidifuso. ¿A santo de qué nos quieren contagiar esta silvetitis aguda, que en la sintomatología nos dejará una ansiedad y un enorme vacío?. Dicen, también, que El Payo tendrá dos tardes para fundar el Instituto Taurino del Aburrimiento, el Tedio y la Intrascendencia. Por su parte, Zotoluco  va en encerrona. Si, como es su costumbre, en cada toro se aleja un poco más, para el sexto será necesario ampliar el ruedo. Por si fuera poco, se adelanta que a Joselito Adame, el mejor torero mexicano del momento, en un alarde de idiosincrasia nacional, con una mano en la cintura lo han mandado por las fantas.

Asimismo, para engolosinar a los mentecatos, por la puerta de toriles de Insurgentes saldrá toda la turronería: marrones, teofilitos, bernalditos y san josecitos, conforman los primeros platones de masa bofa, cocida en miel, que se servirá para regocijo de quienes gustan de empalagarse con una centena de pases insulsos. No sé qué será peor, si la abstinencia de corridas o que llegue el otoño y traiga con él, la avalancha de despropósitos que es la temporada grande en la Plaza México. 

Se avecina una turbia temporada más de “faenones” olvidados a la hora de cenar, en la que las orejas serán repartidas como promocionales de ventas. Este martirio que a muchos nos gusta sufrir es una fiesta que llamamos de sol, pero que nombrándola con franqueza, es sombría como ella sola. Perdonen ustedes la claridad, pero avergüenza, si no miren. Dice Aline Pettersson: “Sí, Josefina Vicens –menuda como era- fue cronista de toros, Pepe Faroles era su firma, y estuvo a punto de ser golpeada por un boxeador, amigo de un torero muy famoso, quien resintió sus comentarios adversos. Sorprende su interés en la fiesta taurina, que se explica por su obsesión con el acto de morir. Ahí –en la plaza- se da un enfrentamiento que ella resumía como “acto metafísico””. El torero que el boxeador iba a vengar, fue Carlos Arruza.

Es que la cosa de lo turbio viene de muy atrás. Sin duda, siendo un hombre honrado me sorprende la propia afición al toreo. La mayoría de las tardes, cuando el que esto firma sale de la plaza deseando varices en el recto para todos, se lo pregunta intrigado: ¿Cómo me puede gustar esto?. Y hoy, después de leer ese prólogo me cuestiono: ¿De verdad, será por la fascinación que sobre algunos ejerce el “acto metafísico”?. O, tal vez, lo cierto sea que el toreo es un mito y desde siempre ha sido tramposo, desleal y falso. Entonces, como en todo mito es necesario inventar lo que no existe, para justificar algo que nos gusta a pesar de sus golpes bajos. Si es así, somos nosotros, los aficionados, los que nos llenamos la cabeza de arte, gestas, bellezas y frases como lo de vergüenza torera, que no son más que un culto de imaginaciones. Quién lo sabe, mientras tanto, con la novela de Josefina Vicens  entre manos y un morboso placer, esperaré a que llegue el viernes.

Imágen: José Mª Fresneda Moreno 

ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México