Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

 ¡Y con ustedes, señoras y señores, la Feria Mundial del Toreo!. Es que anunciar a seis toreros de diferentes países en una misma corrida, convierte al San Isidro en puntual referencia de la globalización. No importa que, por decir algo, los chinos puedan argumentar que ellos también forman parte del mundo y que de entre los mil trecientos noventa y siete millones de chinos existentes y aportando para la crisis ecológica por sobrepoblación del planeta Tierra, no haya un torero ni de coña. Pero, bueno, considerando que en Estados Unidos llaman serie mundial a una final de campeonato de béisbol en el que sólo participan equipos estadounidenses y uno de Canadá, el serial madrileño, sin ningún complejo, bien puede llamarse la Feria Mundial del Toreo.

Sin embargo, los de la empresa decidieron acotar el término a un solo festejo al que bautizaron como “La Corrida de las Seis Naciones”, que después nos percatamos, debió llamarse la corrida de las seis decepciones. Ninguna interpretación tuvo fondo y únicamente dejó de manifiesto la decadencia universal del toreo. Muy poca variedad en los capotes, falta de fondo en los muletazos, repetición de lo mismo, desplantes insulsos y las propuestas de un toreo “corta orejitas” a toros intrascendentes y además, con mucha falta de estampa, desde luego, en este punto me refiero a la comparación de lo que sale por la puerta de toriles de Las Ventas. Total, un fiasco.

Es que lo de las banderas sólo sirve para medrar con la ingenuidad de los más simples. En la corrida de las seis naciones participaron Juan Bautista de Francia, Luis Bolívar de Colombia, España estuvo representada por Juan del Álamo, Joaquín Galdós de Perú, Luis David por México y Jesús Enrique Colombo de Venezuela, para matar media docena de El Pilar. Sin embargo, en el arte no hay nacionalidades y en el de torear menos, Nimeño II y César Rincón, entre otros, serán siempre mi argumento más contundente.

Ustedes han de perdonar, pero, la corrida fue muy insulsa y descafeinada. Para el que esto escribe, lo más interesante de la feria hasta el momento, han sido los seis toros de doña Dolores Aguirre con todo y su mansedumbre y los de Partido de Resina, con todo y que no salieron. En todo el serial, no ha habido corridas más relevantes que esas. Me explico: El primero y segundo de la señora fueron toros bravos con mucho pozo y se encontraron con dos magníficos toreros que se jugaron la vida en cada embroque. Los otros cuatro merengues fueron mansos de libro y el sexto era un campeón mundial de la falta de casta, pero exigieron tanto a Rubén Pinar a Venegas y Gómez del Pilar, que me pongo de pie y me quito el sombrero para llamarlos toreros.

Por su parte, los de Partido de Resina, supongo que estarían también puestos y con tanta bravura, que Simón Casas no mandó poner el toldo sobre la arena de la plaza -llovió todo el día- y una vez que se vendieron ginebras, cervezas y almohadillas, tuvo el pretexto perfecto para que se suspendiera la que, seguramente, hubiera sido la corrida más brava del ciclo, aunque sé bien que el “hubiera” no existe y el “haiga” menos. Además, entiendo que, tal vez, siendo un cartel para conocedores y no para el gran público, la taquilla no cubría las expectativas financieras.

Las ganaderías de bravura auténtica brindan otro concepto de la fiesta. Es que ningún torero en su sano juicio le pondría los muslos a un toro de doña Dolores, como sí se los ponen a los “juanpedritos” en España y a los “teofilitos”, aquí, en México, que en esto de las naciones unidas por el toreo, esas dos son ganaderías hermanas en los ideales.

Total, que “La Corrida de las Seis Naciones” sólo sirvió para demostrar que la mayoría de los toreros de hoy, sean del país que sea, no tienen el menor interés en la gesta, no quieren romper esquemas y sólo seguirán lo que está anotado en su muy pobre argumento. Ellos están convencidos de que el camino a la gloria es así de simplote. En conclusión, con la corrida del mundo mundial comprobamos que la mediocridad no tiene bandera y que tampoco reconoce fronteras.