No. Claro que no. Me va usted a disculpar matador Zotoluco, pero de gesta nada y de pasar la prueba, apenitas. Lejos quedó lo de haber matado toda una miurada. La hazaña hubiera empezado por escoger toros que le permitieran llevar honrosamente el título, el de maestro, porque así se le nombra al que conoce y domina todos los aspectos del oficio. Hubiera estado muy bien, por ejemplo que en vez de los macarroncitos, hubiera usted demostrado su poderío con un Piedras Negras, un de Haro y un Tenexac, nombres que repito -ya lo sé- como una jaculatoria: ¡te rogamos Señor!. Hubiera estado muy bien que toreara además, un Barralva del encaste Atanasio, para dejar certeza de que usted puede con ellos. Otra cosa hubiera sido si de postre, en lugar del Fersi de la Mora se hubiera servido usted, por decir algo,  un Parladé de Santa María de Xalpa, un toro hondo, fuerte y cornalón que nos dejara un sabor a proeza.

Pero…¡así!, con la charola llena de macarrones, la cosa dejó la sensación de que era una tomadura de pelo, como en realidad lo fue. El de Marrón y el de Garfias fueron toritos vulgares que no tuvieron ninguna trascendencia. En cambio, el de Jaral de Peñas si era un sinodal con toga y birrete. Pero usted no pudo contener las piernas y empezó el baile y la intención de hacer ver que el toro era malo, cuando lo cierto es que el “cuernos” se fue sin ser toreado. Con ese toro sí nos pudo haber demostrado que usted posee la muleta poderosa que algunos ponderan tanto y que yo no he visto nunca. Bordar a ese merengue sí que le habría dado al asunto el título de gesta y a usted, el diploma de maestro. Luego, salió el toro-vaca, el Holstein-Saltillo, de la ganadería de Montecristo que era impresentable para cualquier corrida y más para una encerrona, que viene a ser algo así, como la demostración de gala de la sapiencia y el oficio de un torero, por si fuera poco estaba lastimado de una mano. El de Xajay era noble y de buen estilo, pero sin nada de fuerza. Cortarle una oreja a ese morito en la sede mundial del triunfalismo, con un Gilberto Ruiz Torres de juez, el que da peludas como un crupier reparte cartas en Las Vegas, lo debe usted considerar como un vergonzoso “panzaso”. Por último, no sé por qué razón, matador Zotoluco, apostó usted por un Fernando de la Mora, si tiene años que a esa casa no le sale un toro bravo. Asimismo, permítame decirle que sus veedores son sus enemigos. Este parecía búfalo -“tatanka”- y fue tan feo como una patada en los huevos.

Además, se notó que había la consigna de apuntar abajo a la hora de tirarse a matar. Entiendo que los de su administración conocen bien al devaluado público de la Plaza México, que sólo aprecia que el estoque se vaya hasta adentro sin tomar en cuenta el lugar por dónde ha penetrado. Las estocadas de encerrona deben ser impecables, por lo menos, en su ejecución y usted, brindó cátedra magistral de cómo atacar en los blandos.

El mundo es cruel. Nuestro tiempo es cruel. La vida moderna es cruel. Pero hay crueldades absurdas, gratuitas. Crueldades que se pasan de la raya y lo peor, que nos las aplicamos nosotros mismos. La televisión es una enganchadora, una máquina de auto suplicio. Uno sabe que no tiene sentido, que es una engañifa, que lo que estás viendo vale lo que un pepino y sigues ahí, frente a ella y te pasas tres horas. Sabes con anticipación que te van a ver la cara, que te van a dejar el hígado como cacahuate garapiñado, que todo está armado de manera que parezca, pero que en realidad,  no sea. Sin embargo, te sientas frente al aparato con un placer morboso y esperas, esperas que pase algo.

Me lo dijo el instinto de conservación… el que tiene mi dinero: No vayas a México y no fui. Por eso, me quedé a verla por la tele. Dicen los que saben, que el tirón de taquilla fue muy bueno y espero que sea cierto, porque alguien me enseñó una encuesta por twitter que al contestarla se le obsequiaba un boleto.

En resumen matador, usted pasó la prueba con un anodino “panzaso”, o sea, por un pelín para que entiendan en España y yo, como el corrido de Jacinto Cenobio, Jacinto Adán, no sé qué culpas quise pagar. Y los dos, usted y yo, sin oficio ni beneficio nos auto flagelamos por tres horas.

 

 

ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México