Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Los estudiantes me llaman el profe de los toros. Soy catedrático universitario de formación humanista, la materia, en específico, es Persona e identidad mexicana. Me han dado ese sobrenombre, porque en mis clases, cuando hablo de la vida y lo que cuesta salir adelante con la frente en alto; de la muerte cada día más arrancada de sus símbolos y de sus ritos; del legado español y nuestro hispanismo; de nuestra identidad, cultura y tradiciones mestizas; de la necesidad de la belleza y de los valores éticos que enaltecen la existencia, en ocasiones, recurro a ejemplos de lo que he visto en la plaza de toros, porque tengo la certeza de que una corrida es una lección de antropología filosófica; también, porque mi padre y mis abuelos, me refiero al paterno y al materno, me inculcaron el culto mágico al toro de lidia y porque soy coordinador de un diplomado que se llama Cultura y arte taurino.

El jueves al caminar hacia la primera clase, me encontré con que en los periódicos murales de la institución, había unos carteles invitando a una marcha por una ciudad libre de tauromaquia. “Puebla viva y sin corridas” dice la convocatoria. Al llegar a mi salón, fue cuando en lo interior empecé a rematar en tablas,  junto a la puerta había uno de esos carteles. Pegarlo ahí, tenía dedicatoria, malaleche y el proceder cobarde del que tira la piedra y esconde la mano. No fue uno de mis estudiantes, estoy seguro, porque ellos saben la consigna, que por cierto, no es mía, se la aprendí al filósofo humanista Tomás Melendo, de quien me honra haber sido alumno: No quiero que piensen como yo, sólo quiero que piensen. Estandarte de respeto y libertad que proclamo desde la primera clase.

Que los carteles de la marcha estén colocados en las vitrinas de anuncios, no sólo me parece correcto, sino hasta saludable. Universidad viene de universitas, unum verto, vertere, versum, o sea, una unidad donde caben todos los saberes y todos los pensamientos, el mío de aficionado a la fiesta de toros y el de los que se oponen a las corridas. Hasta ahí, todo en orden. Ya encontrar un único bando fuera de lugar, eso es otra cosa.

Escribo porque me gusta aceptar desafíos, no soy de los que dan el pasito hacia atrás, y porque tengo la afición a liquidar algunos embustes, sobre todo, los que atentan contra mis amores venerados. Los antitaurinos son violentos y si uno trata de entenderse con ellos como la gente, se violentan aún más. Ahí, no caben argumentos, porque, en el fondo, saben que escuchar implica la posibilidad de aceptar razones y el riesgo de un cambio de parecer. Atender con mente abierta involucra pensar. Ese es el gran peligro que conlleva el pensamiento crítico, el de encontrar otra perspectiva, tal vez la opuesta a lo que se pensaba. Además, comulgo con el filósofo y pedagogo estadounidense Matthew Lipman que habló del pensamiento cuidante, es decir, el que cuestiona para qué sirve la inteligencia, si no vemos por los otros seres humanos.

Por otra parte, enemigos, la fiesta tiene muchos, empresarios que buscan exprimirla; toreros que ante el naufragio quieren llevarse los restos; ganaderos que sin amor a sus toros, bajo las condiciones que sean, sacan la mercancía de los potreros –noten la virulencia de la frase-; comentaristas de radio y televisión que por conservar su tribuna son capaces de desmentir a Cristóbal Colón y asegurar que la tierra es cuadrada. Y, sí, desde luego, los antis con sus grandes mentiras y sus pocas verdades.

Que levante la mano el que no maltrata a un animal, el que no los come, o humaniza a un perro poniéndole un suéter o engolfa a cazadores crueles como son los gatos o encierra a un canario o monta a un caballo. Nada, todos tenemos algo que reprocharnos. Sé que el toreo siendo un rito anacrónico, se ha de acabar un día. Como todo, tiene una fecha de caducidad, pero tampoco es cosa de que unos intransigentes quieran acelerar su muerte. Además, en nuestra plaza, no se perdería mucho. Por cierto, toros de la catadura que en su cartel pusieron los organizadores de la marcha, en El Relicario no han salido ni de coña y eso, en el orgullo duele más. Tomando esos modelos, la empresa podría combatir a los antis.

Que se lleve a cabo una marcha me tiene sin cuidado, porque a la fiesta no se la ha cargado ni la misma gente del toro. Esta página, para mí siempre ha sido una solución, una terapia y mi manera de desfacer entuertos. Por eso, a los del cartelito, los cito en los medios, las cosas de frente, es virtud de buen torero plantar cara.