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Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Hay en la historia de la tauromaquia un letrero que se ha escrito en mantas varias veces. Expresa la indignación de los aficionados –la bilis colmándoles hasta los huevos- cuando piensan que con los precios de las entradas, se está consumando un nuevo abuso. El anuncio pintado en un gran pedazo de trapo, ha hecho su aparición al inicio de las temporadas en que la clientela recibe la noticia de que la gran estafa está rebasando los límites permitidos por su tolerancia. “Pagamos mucho seremos exigentes” es el par de frases que componen la protesta. Desde luego, es un reclamo que no se fija en delicadezas como son la colocación de puntos, comas y signos de admiración que enfaticen lo dicho. Aun así, cumple a la perfección el objetivo de poner en claro la rebeldía y el disgusto.

En marzo de 1944, los aficionados que ocupaban las barreras de la plaza El Toreo, erigido en la colonia Condesa, desplegaron una manta con la afirmación y la advertencia. Cuatro años más tarde, unos diletantes colombianos recorrieron el ruedo de la plaza Santamaría de Bogotá enarbolando un lienzo con la misma leyenda. En la actualidad, durante la feria de otoño, el tendido de la plaza de Las Ventas de Madrid, por la misma vía, advirtió a Simón Casas, que no podrá hacer de las suyas echando toritos jóvenes. La amonestación decía con pintura azul en una sábana blanca: “Simón prepárate, seremos exigentes”.

Para el serial 2016-17, los precios de las entradas para la Plaza México se incrementaron en un porcentaje muy alto, ¿la empresa hará lo mismo con la calidad del espectáculo ofrecido a cambio de esos precios?. Parece que no. Las señales que están enviando son cosas tan claras como que hoy, faltando ya horas para que se inaugure la temporada grande, ni siquiera han pegado en los muros de la plaza los carteles del primer festejo. Además, lejos de aplicarse a favor de los aficionados con cortesías rescatadas de la tradición, como es el que se permita conocer el encierro a lidiarse en la corrida anunciada, ahora, lo de los toros que se jugarán es un misterio. ¿Lo del encarecimiento es ambición o una estrategia para terminar de echar a la gente de las gradas y dedicar la propiedad a otro fin?.

Hace algunos años, ante un alza de impuestos, un francés nacionalizado mexicano, dueño de una fábrica de ventanas, me preguntó si como nación iríamos a tomar medidas. Cuestiona eso, porque en Francia ya habrían hecho un paro nacional como una cagada del tamaño del sombrero de Vicente Fernández, me dije para los adentros. Luego, él mismo se contestó cambiando erres por ges: “No. Ya sé lo que pasará. Hoy, nos quejaremos amargamente. Mañana, contaremos toda clase de chistes al respecto. Al tercer día, lo habremos olvidado y finalmente, iremos a pagar mansamente”. Por le menos, pensé, para no hacerme sentir tan mal, tuvo la gentileza de hablar en primera persona del plural.

Así será lo del incremento de precios en la Plaza México. ETMSA nunca se ha caracterizado por ofrecer corridas serias. Pasará, tal cual, lo dijo el gabacho. Hoy, ya nos estamos quejando. Mañana, durante la corrida, habrá simpáticos gritos salidos de los potentes gañotes del peladaje. Las siguientes tardes iremos a comprar los boletos sin chistar.

“Sólo el que se indigna merece nuestra alabanza”, dejó dicho Aristóteles en la Ética para Nicómaco. Que nos indignemos ya es ganancia, ahora, como aficionados nos falta construir las lealtades y solidaridades que nos lleven a ser tratados con equidad. Si no, es seguro que pasará lo de siempre: Es cierto, pagamos mucho, pero no importa. Ya se sabe, estamos hechos a que nos den el palo. Los mexicanos no somos exigentes, no nos lo permite nuestra herencia genética. Lo soportaremos con mansedumbre borreguil.