Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Allá, no va cualquier hierro. Es decir, que los suavecitos tienen la puerta cerrada. Para la feria de Ceret no contratan, ni piensan hacerlo, ganaderías como buñuelos ni ñoños -no sé, si captan la ironía- ni juanpedros ni garcigrandes. Puede ser que Ceret sea el paraíso que perdí hace tiempo, tanto que llegué a creer que nunca existió y que yo me lo había inventado.
Me encontré en un reportaje de El País, firmado por Alejandro Martínez, que en el serial del pequeño pueblo francés cuidan todos los detalles en relación a la contratación de los encierros que llevan a sus corridas. Toros muy serios, con trapío, de casas que fomentan la bravura, diferentes encastes y sobre todo, de los que queda poca sangre.
El que esa afición sea torista marca la diferencia y hace que su fiesta se revitalice. Desde luego, pagan un precio, el de que los ceretans no vean en su feria a ninguna figura, ¡mejor! Así, ellos admiran lo que es una verdadera corrida. Es que han comprendido que en la edad y en la integridad del toro está la verdadera esencia de la tauromaquia.
Martínez pondera muchas cosas, por ejemplo, que la fiesta moderna no tiene cabida en la arena del poblado de las cerezas. Es que, digo yo, menospreciada la suerte de varas y con la belleza insípida de la faena de muleta contemporánea le han restado trascendencia a la lidia. Saber que existe un escenario en el que se respetan los verdaderos valores de la tauromaquia es, para mí, un nostálgico camino a ese mundo que me contaron y que me hizo concebir un ideal.
He ido muchas veces a los toros y, paradójicamente, he visto muy pocas corridas de toros. Es una ironía cruel de la vida, gustar tanto de algo y que se me dé tan poco. Leo el artículo del diario español y la memoria cargada de nostalgia me trae de vuelta recuerdos que se mezclan confusos. En el inventario de los recuerdos, la vez que en Las Brisas de Valsequillo, Ángel Majano, El Pana, y César Pastor decidieron hacer el paseo sin cuadrillas, porque estas se negaron a actuar argumentando que los caballos de pica no servían, aunque, siempre me quedó la convicción de que no quisieron salir porque el encierro de Coaxamalucan era imponente y tenía el armamento íntegro; en esas circunstancias, mientras un matador actuaba, sus dos alternantes fungían como subalternos, fue una tarde de banderilleros de lujo. Un recuerdo enhila al otro, a los pocos días, Majano y El Pana tendrían un mano a mano en Ahuahuastepec, Tlaxcala, para matar cuatro toros muy serios de Tenexac, y como las cuadrillas no actuarían debido a que los tenían vetados a ellos dos y a la catadura de los toros, Majano ante el temor de ser deportado por un atrevimiento en un conflicto laboral, decidió no hacer el paseo, por lo que El Pana se la jugó en solitario. Entonces, el tercer toro le echó el guante y no había quien le hiciera el quite, porque los torerillos que lo apoyaron no se atrevían a despegarse de los burladeros. Y en tiempos más cercanos, me queda la corrida de Rehuelga del San Isidro del 2017, “Perlas Negras”, “Liebre” y “Coquinero” brillan en el cofre del tesoro, también, los preciosos cárdenos de Partido de Resina en Nimes y otras, muy pocas.
Me dan envidia los aficionados de Ceret. Anhelo tardes luminosas con bovinos de lidia cinqueños, bravos y en puntas, que son un espectáculo en sí mismos y sé a ciencia cierta, ya lo he escrito muchas veces, que con un ejemplar integro, bello y adulto campando en el ruedo, todo lo que pase será miel que escurre.
Los textos de De purísima y oro, en ocasiones, son de lecturas y no de testificaciones en vivo, pero es que pretender escribir de toros en un país como el México de mis partes nobles, es muy complicado. Casi nunca se dan corridas con verdaderos toros y así, para no amargarse ni ponderar bobadas, sólo se puede darle a la tecla o de memoria o de lecturas.