Pues les platico la leyenda. Vale la pena. Para los que leen esta columna en otras partes del mundo, déjenme decirles que la ciudad en la que el firmante vive, desde su fundación se llama Puebla de los Ángeles. Eso, merced a un relato que narra que fueron ellos, los espíritus celestes creados, los que trazaron las calles. Hace casi quinientos años, mediante un sueño comunicaron el plano arquitectónico al obispo Fray Julián Garcés, con el fin de que el cura se pusiera las pilas e hiciera las cosas en orden. Y así fue, salvo un pequeño detalle. No sabemos si por falta de afición, o porque en 1531 era en la plaza pública donde se celebraban las corridas de toros, pero a los ángeles o al fraile, alguien tiene que ser culpable, se les olvidó considerar el sitio donde debía erigirse la plaza de toros. A través de la historia, la desafortunada omisión ha llevado a los aficionados que habitan esta ciudad de un edificio taurino a otro. De la Plaza del Paseo a la del Toreo, a la del Ingeniero Coca, Las Brisas, estas dos ya fuera de la urbe, y como si la ciudad angelina fuera un pueblucho, a las plazas desmontables. Por fin, a un lado de las instalaciones de la feria, se construyó El Relicario, que es un engendro de plaza portátil con fachada.

 

Pues nada, que ahora el coso estorba y hay planes de derruirlo antes de que se caiga sólo y levantar una plaza nueva en algún otro lado.

 

Algunos enterados, de los que nunca faltan, comentan que el sitio será en casa de Judas, o en su defecto, donde el aire da vuelta y regresa.

 

Entre que sí y que no, los de la empresa Protauro a la que hace pocos meses les han concesionado el coso, se amarran los machos y pegan carteles anunciando corrida para el dos de julio. Se percibe que lo hacen con afición y ganas de sacarnos de la miseria taurina que vivimos.

 

Este mal, hay que aclararlo, no es privativo de nuestra ciudad, sino de todo el país. Miren ustedes, para ese día anuncian a tres toreros poblanos. Al punto, hay que decir que los angelopolitanos estaban proscritos y los carteles anunciaban como nuestros a coletas de otros estados. Las frases hechas, descaradas además de torpes, anunciaban que “Fulanito de Tlaxcala vuelve a su plaza” o “regresa el torero del Relicario, Menganito de Apizaco”. Mientras tanto, los suprascritos de aquí, o se hicieron viejos, o se aburrieron de esperar y se marcharon sin decir ahí se ven. Igualmente, se nota el esfuerzo que está haciendo la nueva empresa con asuntos como que previo al paseíllo y con el objeto de impulsar a los jóvenes, presentarán a un aspirante para que lidie un novillo por cortesía de la casa.

 

Por otra parte, la corrida está anunciada a las cuatro treinta de la tarde. Lo que significa que además de regresar al horario taurino, el ambiente será familiar. Anteriormente, debido a que ninguna autoridad controlaba a la empresa, los tendidos de El Relicario se convirtieron en una cantina gigantesca y para estar más a tono con un antro, las corridas se empezaron a dar de noche. La cosa pinta bien y es una luz de esperanza, en especial, para los espadas. José Rubén Arroyo y Jesús Luján rescatados del olvido y Alfonso Mateos de reciente alternativa, precisamente llevado al doctorado por estos empresarios. La tercia  tiene la oportunidad en la mano y seis toros de La Soledad para aprovecharla.

 

En este país tenemos una Fiesta llena de cagaditas de rata en el arroz, si no me creen, échenle un vistazo a lo más reciente. En la red busquen el video del indulto al magnífico eral de Torreón de Cañas en Calpulalpan, a cuenta de El Payo, torero de cada día más pequeñas intenciones. Un animalito berrendo, casi cinchado y corniausente que a pesar de su muy tierna edad, respondió como señorón de la ganadería. Por sus méritos regresó vivo a los potreros, ahora, sólo habrá que esperar que crezca para que pueda cubrir a las vacas. Que lo haga antes suena a pedofilia. Lo peor de vivir en estos disparates es que uno se acostumbra y cualquier barbaridad se vuelve la cosa más natural del mundo. Tiene huevos, en México las irregularidades no causan asombro, lo pasmoso es cuando alguien quiere hacer las cosas como se debe.

 

José Antonio Luna Alarcón

Profesor Cultura y arte taurino

UPAEP

Puebla, México

 

 

Imagen:

“Luces de la Tarde” del pintor madrileño Luis Pineda