Informa desde M茅xico. Jos茅 Antonio Luna Alarc贸n. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

La verdad, de eso se trata la cosa, de vender muy caro el pellejo. Chac贸n se arm贸 de valor desde el momento en que el cinque帽o de Victorino apareci贸 por la puerta de tragar paquete. El toro sali贸 refrendando la leyenda negra de la casa, es decir, nada m谩s pisar el ruedo y se orient贸 en plan alima帽a, pero Octavio Chac贸n le aplic贸 el correctivo a nivel superior poni茅ndose por delante con la capa e invit谩ndolo a seguir los vuelos de la tela mientras el diestro caminaba para atr谩s. Era cuesti贸n de que la fiera se confiara.

Ese morito mexicaniz贸 a Valencia, no porque fuera un Marqu茅s del Saltillo, v铆a Albaserrada, sino por su presencia terciada, pero, a cambio -y as铆 no salen en M茅xico-聽 ten铆a cinco a帽os y unos pitacos para espabilar al m谩s pintado. El encornado sab铆a m谩s cosas que un fil贸sofo alem谩n y desde los primeros pases de muleta decidi贸 que perseguir el trapo era cosa vana y se fijaba m谩s en el torero. En ese momento, fue que la gesta de Chac贸n comenz贸 a fraguar. Nada de amedrentarse, imp谩vido en la quietud, con el suficiente conocimiento del oficio para superar cualquier adversidad, sumados a la causa dos cojones y cara de hombre, o sea, decisi贸n, coraje y entrega, se coloc贸 en la l铆nea de las tarascadas, cada embroque hac铆a presentir el derrote seco, hasta que, consecuencia del aguante angustioso, fue alcanzado y herido.

Un h茅roe es el personaje que realiza una acci贸n extraordinaria y que redunda en un bien para su grupo social, en este caso, el disfrute de admirar lo lidiado de manera correcta y con enorme valent铆a. Dice la definici贸n que el h茅roe encarna los valores reconocidos por su comunidad y que le sirven al exponer su integridad generosamente con objeto de salvar a otros, mismos que le otorgan su admiraci贸n y reconocimiento. Y Chac贸n salv贸 a todos de la miseria y lo pedestre. Por su superioridad, un h茅roe nunca es comparable con los seres humanos comunes, del que hoy estamos hablando nos puso a considerar lo valiente que puede ser el hombre en pos de una ilusi贸n y la profundidad que ese mismo hombre puede derrochar en lo que llamamos la grandeza del toreo.

Desde el Romanticismo, el h茅roe ha perdido su condici贸n divina, a cambio, partiendo de su humanidad, emplea toda su energ铆a en acometer una haza帽a, un acto de nobleza extrema y por ello, se lanza a cumplir su destino sin parar mientes en la dificultad del asunto. Adem谩s, es un ser que se aparta de los dem谩s por s铆 s贸lo, por ello, la lucha la lleva a cabo en la m谩s tremenda soledad, al punto, la misma que un espada vive en el ruedo.

Chac贸n, en su sitio, libr贸 las primeras escaramuzas, la alima帽a no quer铆a completar el pase y el torero, en modo h茅roe, no lo iba a permitir. Encaj贸 las zapatillas en la arena y por ese motivo, no alcanz贸 a esquivar el tornillazo. El merengue lo levant贸 de la ingle y as铆 lo trajo un lapso de minuteros detenidos, despu茅s聽 de girar en el pit贸n, el toro lo deposit贸 en la arena. En la refriega, el coleta se salv贸 de una cornada en el maxilar por un pelo de gato; ya se sabe, los toros levantan con un cuerno y con el otro tiran el hachazo. Se pens贸 en una cornada de caballo, daba a suponer una herida de safena y femoral. No fue as铆. Cerca de tablas, Octavio Chac贸n se recuper贸 un poco y desmadejado volvi贸 a la carga. Con su actitud, el h茅roe ponderaba sus virtudes, valor, nobleza, entrega, esp铆ritu de sacrificio y con una dignidad enorme intentaba no dar se帽ales de lo que el golpazo le estaba doliendo. Mat贸 al toro y con una oreja en la mano, dej贸 a los cronistas que relataran su haza帽a.

Dijo Nietzsche en As铆 hablaba Zaratrusta que en nuestros d铆as, los h茅roes escasean. Se refer铆a a que con la liviandad de los tiempos modernos, industrializaci贸n, progreso y consumismo, los mitos y los valores que sosten铆an a los h茅roes han desaparecido y por ello, estamos 谩vidos de seres que nos se帽alen el camino.

Por gestas como la acometida por Chac贸n, me gustan las corridas de toros. Es que el torero se adelanta y me muestra c贸mo debo comportarme en el camino. All铆, en el laberinto que es la vida, yo encuentro mis propios victorinos en plan alima帽a y tambi茅n, un ideal y un ejemplo para lidiarlos. Perdido en los vericuetos de mi propia existencia, un h茅roe vestido de oro me ha mostrado la manera m谩s digna de alcanzar la salida. Lo entiendo con claridad, Octavio Chac贸n lo ha dejado escrito en la arena: el triunfo no se mide por la posici贸n alcanzada en la vida, sino por la manera como se consigue ese triunfo.