Serie «Toreo de Noche y Luz» de Pepe Moreda – Escalera del Éxito 218

Se los brindo: la semana que pasó, Gaona, Belmonte y Joselito se revolvieron agitados en sus tumbas y los huesos de ganaderos como don Luis Antonio Cabrera, Vicente José Vázquez, el conde de Vistahermosa y Nazario Carriquiri, habrán sonado como marimbas. Todos gimiendo de profunda indignación, lanzando imprecaciones y haciendo votos a Lucifer y a la tía de las muchachas, porque un grupo de toreros, empresarios y ganaderos se ensañó contra la tauromaquia como si quisieran verla arrastrada por las mulitas.

Por una parte, la incompetencia y por la otra el abuso y la burla, en las dos la desvergüenza y la trampa, han campado en los ruedos del continente americano.

El domingo pasado en la Plaza México se corrió un encierro de la ganadería de Marrón, ocho toros con estampa, cara y comportamiento de novillos, que además, tuvieron la fuerza del osito Winnie Pu y la mansedumbre del Dalai Lama. Por si fuera poco, todos fueron corniprecarios –asumo la paternidad de este nuevo término para designar las cornamentas contemporáneas-. La corrida fue denominada “de las dinastías…”, faltando completar la frase con “…en absoluta decadencia”. No les voy a contar cosas que ya habrán leído en las crónicas, sólo referiré lo más destacado, no sé si capten el sarcasmo. Fran Rivera Ordoñez Paquirri, vino a hacer la América y le fue muy bien, mostró que después de la cornada de Huesca se ha desconfiado del todo y que opta por torear a una distancia más prudente, que la de un enfermo de orquitis brincando una cerca de púas. Diego Silveti, fiel a su tauromaquia, una vez más puso atrás la pierna que debería ir adelante y vio a los de Marrón como si fueran toros de don Adolfo Martín, los toreo con el pico y echándolos para afuera. Armillita IV en su última comparecencia del viacrucis que nos impuso la empresa, demostró una vez más que viene muy cobijado por su padre y toda su administración, cosa que en el aspecto paternal está muy bien, pero que en el taurino es nefasto, dejando de manifiesto que no tiene nada que decir. Finalmente, Juan Pablo Llaguno se ve que puede, pero es seguro que en su carrera escogerá lo chico, joven, cómodo y noblote, aun así, es el único que se salva. La corrida fue un infame soporífero para echar de la plaza con la recomendación de que no vuelvan nunca a los pocos incautos que asistieron.

Si lo que pasa en Insurgentes es grave, lo que se dio en Mérida, Venezuela, fue una patada en la horquilla. Enrique Ponce, Alejandro Talavante y El califa de Aragua, mataron seis erales seis, de la ganadería de los Ramírez. La tarde fue de “no hay boletos”, de trinquete superior y también de apoteosis. Por indulto se salvaron de morir dos eralitos y si esperan algunos años a que desarrollen su sexualidad, podrán echarlos a padrear. A los diestros con vocación de siniestros les fueron otorgadas orejas en cantidad de volantes. El engaño fue de escándalo y las fotografías han generado una enorme indignación entre los aficionados de todo el mundo.

Cada vez que me atormente el remordimiento de haberle fallado a mi padre, me sentiré un poco mejor recordando la “corrida de las dinastías”. No hay derecho a que se haga eso. No debemos permitir que se juegue con el venerado rito del toreo ni que cada quien haga lo que le dé la gana. En cuanto a los diestros españoles que vienen a América, nos han vedado el que reverenciemos a los hombres que visten de luces. De este lado del Atlántico han dejado el oficio más noble y respetable de la Historia, a nivel de zascandiles. No soy irreverente, son los propios toreros los que han desmitificado al héroe poniéndolo a ras de suelo, no les importa saber que la fiesta de toros sin toros vale lo mismo que un cacahuate.

 

 

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP

Puebla, México