Desde México: José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Esta es, quizá, me digo, la manera en que empiezas a hacerte viejo. Cuando ves marcharse para siempre a personas que no te imaginabas que se iban a morir algún día y que, unos con su arte, otros con sus conocimientos y los cercanos con su cariño- han embellecido tu vida.
“Por ti”, fue una canción que descubrí durante mi adolescencia, en aquellos días en que empiezas a fijarte en las mujeres y te enamoras de muchas sin atreverte a confesarlo a ninguna. De Ali MacGraw – se había estrenado la película Love Story, en la que fue pareja de Ryan O’Neal- a una niña que vivía cerca de mi casa, en su honor, sin que ellas lo llegaran a saber nunca, en la soledad de mi cuarto ponía el disco de Oscar Chávez.
Me gustaban también los corridos y las canciones de protesta que interpretaba ese músico y compositor. Tiempo después leí Cien años de soledad y luego, escuché Macondo. Oscar Chávez con su voz vibrante y varonil, entonaba una cumbia en la que los personajes y el lugar, eran los de la novela de Gabriel García Márquez.
Años más tarde, en la década de los noventa, uno de mis tíos me regaló una colección de discos compactos que se convirtió en una de mis pertenencias más preciadas. Encerrona se titula la colección que contiene el tesoro: Pasodobles, huapangos, corridos, rancheras, villancicos, coplas y baladas, componen el temario. Oscar Chávez es el intérprete  que con su canto grabado se quedará para siempre.
El brillante trabajo del cantante y autor consistió en una investigación acuciosa y selecta, en la que reunió cincuenta y dos canciones, algunas del siglo diecinueve y otras del veinte,  que tienen que ver con el ámbito de los toros. Además, en su trabajo de investigación logró captar la impronta que los autores de esas piezas musicales dejaron en sus creaciones. Por nombrar algunas, los pasodobles “Lorenzo Garza”  “Rodolfo Gaona”, “Armillita”, “Cañitas”, asimismo, el “Corrido a la muerte de Alberto Balderas”, “El arreo”, “El toro palomo”, también, “El corrido de Rubén Ruvalcaba” y “El toro viejo”, que tienen tanto sabor a un México campirano que ya no existe.
Las portadas de los discos vienen en cuatro colores distintos, simulando los del papel picado que se cuelga en las ferias pueblerinas y tienen estampadas, cada una, obras de diferentes grabadores mexicanos; la del disco número cuatro en un fondo color verde, tiene impreso el grabado “Cogida de don Chepito torero” de José Guadalupe Posada.
A mí, la pieza que más me gusta es el “Corrido del Morenito”. En esa melodía queda plasmada la tragedia de esos chicos que se juegan la vida a cara cruz en pueblos perdidos de los que no se acuerda ni Dios. Lo escucho y me llena de nostalgia, porque los acordes de la guitarra de la música mexicana actual, ya no suenan así y la voz de Oscar Chávez también tiene su efecto: “…primero me mata el toro / que digan que tengo miedo…” Puede ser que la memoria tenga sus misterios indescifrables y que en el fondo de mi corazón guarde la voz de hombres y el sonido de guitarras que sonaban así y que mi cerebro ha extraviado para siempre. No lo sé, ese corrido también es mi predilecto porque me hace pensar en lo que me gusta el toreo, aún con su cara más atroz como es la cornada y aunque las cornadas siempre son atroces, me conmueven más hondo cuando se las dan a un torerillo romántico y atrevido que en un ruedo polvoriento cae destripado sin que nadie pueda hacer nada por él.
El barquero ha tenido trabajo, en abril se llevó a personas que hicieron mi vida más bella, Oscar Chávez, Luis Eduardo Aute y otros. Esta tarde, escucho el “Corrido del morenito” y siento nostalgia por personas, lugares y tiempos que nunca volverán; también, por algo que no recuerdo, pero que presiento -estoy seguro- está guardado en mi memoria y hace que esta canción me llene de melancolía.