Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Me pregunto cuántos sueños han muerto en el embudo de Insurgentes. Es como un cementerio de elefantes en el que van a palmar las ilusiones de muchos toreros y también de muchos aficionados. Un hoyo negro burdo que se traga empeños y afanes con la voracidad y entusiasmo de una gorda rompiendo la dieta.

Allá, a un lado de la “Puerta del Encierro”, está el matador Lorenzo Garza Gaona adelgazando a marchas forzadas. El diestro duerme en una casa de campaña, tragos de agua, masticando bocados de aire y la mirada cargada de esperanza. En una huelga de hambre pasa días y noches pidiendo la oportunidad de confirmar su alternativa.
Observo las fotografías en las que aparece el matador todavía sonriente y lo sé, tiene huevos llegar a esto. Cuántas horas de trabajo duro, de ensayar el toreo, de salir a correr y machacarse la tripa haciendo abdominales, de confiar en hacerse un día figura del toreo, de vivir de lo que ama con toda el alma y vayan ustedes a saber cuántos sinsabores, amarguras, decepción y frustraciones acaban en una casa de lona levantada en mitad de la banqueta, sólo para ser tomado en cuenta. Además, de que ha toreado en platós como el de Pachuca, Zacatecas, Puebla, entre otros, y de haberlo hecho en España.
Los de la empresa de la Plaza México, con una sed de justicia que  envidiaría el juez Baltasar Garzón, han publicado una carta en la que exponen su postura: reconocen que se necesita mucho esfuerzo y sacrificio para presentarse en lo que ellos llaman “…el escenario taurino más importante de México…” -pensé que era Guadalajara- y que el matador bisnieto del maestro más grande de la historia de la tauromaquia mexicana y por el lado paterno, nieto de un figurón emblemático de nuestra memoria taurina, hijo y sobrino de toreros, no puede actuar en ella porque, cito: “Tauroplaza México da un trato igualitario a todos los matadores por lo que hacer excepciones no sería justo para todos aquellos matadores que se han ganado un puesto merecidamente.” De inmediato, me surge el recochino pensamiento crítico: No me digan que José María Hermosillo, El Calita y Gerardo Adame andan muy sobrados de méritos o ¿sí? Con la calidad moral que los adorna, de un solo capotazo paran al toro: “[…] después de haber analizado a conciencia los antecedentes y méritos del matador Lorenzo Garza Gaona,  [el nombre lo remarcan en negro en la carta original] Tauroplaza México declara que no comparte este tipo de manifestaciones e invita al matador a que su comportamiento se ajuste a la tradición de la fiesta que tanto amamos.”
Sabroso el cachondeo. En este caso, sí, se ponen muy dogmáticos y hablan de una fidelidad al fondo y a la forma necesarios para presentarse en el coso más vacío del mundo; la colitis se me acentúa ante la indignante duda, ¡por qué no aplican esa ortodoxia en la presentación de los toros?.
Que no quieran darle la oportunidad a Lorenzo Garza Gaona es una cosa, ellos son la empresa, y otra, muy distinta, que con su documento se laven las manos y se den el lujo de tirar la primera piedra.
Me sumo a la petición y apuesto: Ojalá, los dueños del sistema con toda la exigencia a la que tienen derecho, le den un par de toros a este torero que en busca de sus sueños, esta noche duerme en la banqueta,  y que una tarde, Garza Gaona, empujado por el hambre de ser alguien, la borde, escriba triunfante la parte que le corresponda en la historia del toreo y que la dieta haya valido la pena