No lo dejan a uno terminar la frase cuando ya nos están dando la cátedra. Se sienten obligados a hacernos ver la luz y en cada encuentro, pretenden devolvernos al buen camino. Se sabe que ya no hay escapatoria cuando el discurso empieza así: “No soporto a los que maltratan a los animales” o “lo mío es cultura de la vida”. Si el aficionado, pacífico y conciliador, trata de explicar que gracias a las corridas, los toros pastan en el campo y por ellas todavía no encontramos a los últimos ejemplares de lidia refundidos en un zoológico, o se atreve a exponer que la muerte en los rastros es mucho más lóbrega y estresante que en la plaza, para los antis eso equivale a lo mismo que prenderles un cohete en el culo. Respingan de inmediato, convulsos y agresivos, disparando una retahíla de argumentos, casi siempre obtusos y equivocados, pero que sostienen como dogma de fe y defienden como si del honor de su hermana se tratara. A final de cuentas, los que amamos el toreo, por nuestra afición abyecta y cruel, siempre salimos perdiendo, mientras los oponentes sin prestar oídos a nuestras palabras, nos restriegan sus ímpetus justicieros en la cara.

 

El problema no es Arjona, el problema es que te guste. La cosa no va por escudar la afición o arremeter en contra de las corridas de toros. El meollo del asunto está relacionado, a veces con la intransigencia y otras con la incapacidad para entender nada que no corresponda al canon absolutista del “sólo yo tengo la razón”, respaldado además con tanta virulencia. Fundamentalistas de la defensa de los animales, talibanes de la protección que tenga escaparate, se comportan como si llevaran la verdad sentada al hombro igual que un pirata lleva a su perico.

 

Ante una sociedad que mira continuamente lo que hace el otro, en la que todo el mundo está pendiente del qué dirán, del fíjate nada más, del no vayan a pensar que a mí, y demás frases justificadoras, Sharon Stone  entrevistada por Jorge Javier Vázquez, conductor del programa español de televisión Hay una cosa que te quiero decir, sin preocuparse en nada de que su afición y manera de pensar pudieran restarle adeptos, afirmó que a ella le gustan mucho las corridas de toros y que son la poesía de España. La mujer de bandera que nos regaló el voluptuoso ejercicio visual cuando lo de su inolvidable cruce de piernas en Bajos instintos, se mantuvo firme ante el embate del conductor que le reprochaba con amabilidad: “No, por favor, llevo mucho tiempo luchando contra los toros y viene Sharon Stone y me dice que le gustan los toros… he perdido la batalla”. A lo que esa obra suprema del domingo bíblico contestó: “A mí me encantan los toros. Son parte de la cultura histórica y parte de los símbolos de este país”.

 

Ustedes me van a perdonar, pero a veces, ante el qué dirán perdemos la naturalidad y evitamos enfrentar situaciones ásperas o incómodas.

 

Los seres humanos siempre tratamos de imponer a los demás nuestras filias y nuestras fobias. Hay quienes en demagogias baratas se atreven a hablar de proteccionismos vacunos cuando llevan zapatos de piel, comen filetes y en su vida se han asomado a un rastro para enterarse cómo mueren las miles de reses que son sacrificadas a diario. Me queda la impresión de que en muchos anti taurinos priva más la envidia y la mala leche que lo del proteccionismo. Mientras que unos guardamos silencio y otros hablan de más, allá, al aire, ante una audiencia de las de registro, la actriz del color de la miel, espléndida en la madurez de su belleza, minifalda lucidora de sus magníficos medios de locomoción, sin complejos, con gran sencillez y enorme aplomo, se mantenía en su postura.

 

 

 

José Antonio Luna Alarcón

Profesor Cultura y Arte Taurino

UPAEP

Puebla, México