Estábamos en que por la de toriles aparece el tercero en salida por derecho con tranco muy rápido. Se detiene frente al burladero de matadores sólo para alucinar unos segundos y luego, acometer buscando al banderillero Gerardo Angelino que se amparaba tras los maderos. El toro remata y decide saltar ahí mismo sobre los de coleta. Al hermano menor del cuarto espada, el bicho le ha caído encima. Después, resbala al callejón y arma de la de dios es cristo. Es un bravo, por eso, arrasa con capotes, espuertas, fundones y lo que encuentra a su paso. Sustos mayúsculos a todos esos que siempre están de más entre barreras. A continuación, el cornúpeta echa a correr hacia la izquierda del burladero de protagonistas, pero de súbito detiene su carrera, como si se hubiera acordado de algún pendiente y da la media vuelta para volver a donde saltó y furioso termina de arreglar sus asuntos. Devuelta en el ruedo, el de El Grullo fue con coraje al caballo y se comportó con decoro en la faena de muleta. Uriel Moreno El Zapata se mantuvo al nivel y pagó bravura áspera con valor sereno. Un quite por caleserinas. Tres pares de banderillas asomado al balcón, marcando bien, pero sin dejar los palos en la alhaja. A continuación, una faena de muleta templada y de buena factura, y finalmente, un estoconazo de espérame tantito. Todavía el morito, echando mano de sus últimos goterones de casta, tambaleante se niega a rodar aunque está muerto en pie. Dos orejas para el diestro y una tibia ovación para el toro bravo al que arrastran un par de preciosos caballos frisones, prietos y relucientes.

 

Si se mira bien, una corrida interesante. Con sus detalles, el lance de recibir a la veleta y un trincherazo de El Pana, de los que deberían registrarse los derechos de autor, unas verónicas de Ortega cimbradas como jaras del río, el pase del Imposible a cargo de Uriel Moreno y dos faenas de arrimón de Angelino. Un mosaico variado. Distintos conceptos de tauromaquia y rivalidades veladas. Nada que ver con el orejatrón de doce apéndices en total que se cortaron. No, la corrida no fue apoteósica, ni mucho menos. Sin embargo, tuvo su cuota extra de interés y eso se lo debemos más a los toros que a los toreros, porque los de El Grullo, traían movilidad y ese es un adjetivo que los espectadores de hoy ya no reconocemos. No es cosa de todos los días, pero de vez en cuando sale un toro así y uno se acuerda que esto antes que de posturitas, era cosa de ponerle al asunto un par y cara de hombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde Puebla (México), crónica de José Antonio Luna