Son los nuevos tiempos que llegan rompiendo esquemas. Allá el tonto que no entienda el arte contemporáneo de la torería y no se sume al movimiento. La anti-corrida es un tipo de lidia vanguardista, que se aparta de las usanzas toreras tradicionales, al ignorar argumentos como la vergüenza, la entrega y la verdad. Es una corriente –muy corriente- que deriva del surrealismo, por ello, se manifiesta en ciertos hechos absurdos que sólo entiende aquel que está realizando la faena.

Dentro de la anti-corrida, por ejemplo, se dan matices que atenúan la crudeza de ese espectáculo bárbaro que era la tauromaquia hasta hace unos cuantos años. Las acciones deben ser de lo más amables para con los diestros, no así, respecto al público, que sólo se requiere para que exija la entrega de premios insulsos. El asunto va muy bien, gracias a que la concurrencia está tan domesticada que no existe la mínima posibilidad de rompimiento entre torero y clientela. En razón de esa búsqueda de los anti-valores taurinos, un novillero que tome la alternativa o vaya a confirmarla, nunca renuncia a su condición original. Esa es la causa por la que el domingo pasado, Armillita VII haya confirmado con un novillo su condición de novillero, aunque ahora, ya se le llame matador.

El domingo en la Plaza México, catedral de la moderna tendencia, la suerte de varas se ha extinguido de una vez y para siempre. Apenas picar a los toros ya era costumbre añeja, pensar en darles tres puyazos, era asunto en absoluto desuso y para retrasados mentales, porque los toros contemporáneos son tan suavotes y frágiles que darles los tres de rigoleto, sería dejarlos más parados que un reloj de oficina pública. En la anti-corrida es una exigencia el apenas señalar un sutil arañazo. Literal. Con sólo marcar fingidamente el acto de la puya, ya se ha validado la suerte. De aquí en adelante, el tercio de varas será algo así como llevar la coleta, es decir, algo postizo y en sentido figurativo.

La casa que nos ocupa ha llegado al culmen del diseño genético del toro de lidia ideal para figuras y aspirantes a serlo. Me explico, ha creado un tipo de toro suave y débil como una zarigüeya armada con plátanos dominicos.  Esta es la parte más hermosa y humanista de la anti-corrida, adiós anestesias, intervenciones quirúrgicas, puntos de sutura y dolorosas convalecencias. En la nueva corriente taurina, cuando un animalito por imperdonable descuido –del animalito- alcance a un torero, primero y ante todo, se quedará frente al hombre postrado, sin repartir leña. Segundo, esperará con prudente cautela a que el diestro se sacuda el terno, arme la muleta y esté en condiciones de continuar la lidia. Por ese vanguardista motivo, el castaño corrido en quinto turno y que accidentalmente levantó al Payo, si lo recuerdan, lo depositó con delicadeza en la arena y casi le pide una disculpa por su atarantado comportamiento. Más adelante, sacó de balance al torero y cuando lo tuvo entregado en la arena para pegarle el hachazo, el novillín, como si estuviera apenado por su indigna acción, se le quedó mirando sorprendido y no le hizo nada que no fuera olisquearlo. Al galope van los Bernaldos de Quirós con sus avances genéticos. Dentro de poco tiempo, en caso de quitar los pies del suelo a un matador, se arrodillarán a pedirle perdón.

La anti-corrida, por lo general, distorsiona el sentido de lo que el toreo debería ser. Un espigado Miguel Ángel Perera vino a repartirla con queso. En cada turno lidió dos novillos impresentables. Finalmente, regaló un animal un poco más armado al que le hizo un quitazo antológico, que con tantita imaginación, es decir, cambiando mentalmente al torito por un cinqueño, se le puede llamar quite legendario. En faena encimista hizo el deleite del público. Como la nueva forma de la Fiesta debe estar culminada por un triunfalismo a ultranza, recibió dos orejas y salió a hombros, trastocando la falsedad por una feliz simulación de gloria.

Al intentar doblegar los hábitos del aficionado y desafiar sus expectativas, los ejecutantes de la anti-corrida eluden deliberadamente cualquier situación en la que se requiera jugarse el físico o poner por delante los cojones de manera seria y real. Los actores de la anti-corrida y sus singulares ocurrencias siempre en busca de los valores negativos, se apresuran en esa conformación de la estructura terminal de la tauromaquia. La decadencia de algunas ganaderías -en acto tremendista a lo Buñuel- ya se plantean un cambio de giro consistente en dar puntilla a los bóvidos y adentrarse en una surrealista aventura, asociarse con las Hermanas de la Caridad.

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México