Esta no es una carta positiva, ni complaciente, ni de admiración. Si bien, debo exteriorizarle que me impresionó lo sereno que estuvo usted a la hora de plantarle cara a los pavitos que en Las Ventas le tocaron en suerte. Supongo que lo que un servidor le pueda decir le importa a usted un carajo. Máxime si el que firma jamás ha sentido un pitón rozándole las femorales. Pero lo mío de publicar es una terapia, por eso, no me dirijo a su merced por “tuiter” o “feisbuc”, y sí lo hago de manera abierta.

 

Quería decirle que lo primero que debe usted hacer una vez que los médicos lo den de alta -y se lo planteo con la única intención de que logre usted la recuperación mental, además de la física- es irle a mentar la madre a esos personajes que se la dieron con queso y utilizaron su cuerpo moruno -suyo de usted- para cobrar las respectivas ganancias, anunciándolo con toros que eran becerros y dándole coba con aquello de: mira artista tu nombre está colgado en todas partes, al tiempo que le mostraban los carteles de Apaseo, San Miguel del Milagro y Nopalucan. Les debería recomendar que para acercarse más rápido a molestar a su mami, utilicen esos atajos por donde lo llevaron a usted a creerse el cuento de que así es la cosa. De igual forma, le habrán comunicado que en España también hacen trampa. Pues puede ser, pero como están las cosas, llegó la hora de aprender a hacer trampa a la española.

 

Para haber firmado la de Partido de Resina en Madrid, se entiende que usted ha comprendido la necesidad de intentar los altos vuelos y se ha percatado de que la fiesta en México está a dos minutos de verle las patas a las mulitas. Por ello también, presumo, usted ha advertido que ostentarse como la primera figura de México equivale a ser un torerito de cuarta en el gran circuito. El intento es notable. Le conviene quedarse allá y reaprender todo de nueva cuenta. Vea como la libran con tanto éxito los cinco paisanos que así lo decidieron. Sólo vuelva usted a los cosos mexicanos cada año por ahí de finales de octubre después de haber matado la de Zaragoza. Regrese a hacer la América, es decir, venga de vacaciones y además pagadas, entonces sí, en plan de spa mate los toritos babotas que aquí se acostumbran y además, por hacerlo cobre sumas estratosféricas en dólares. Ojo al parche, si no quiere convertirse en baluarte de la mediocridad, en febrero ya está usted trepándose al Iberia que lo llevará de regreso.

 

Asimismo, decimos que el Parladé es más listo que el Saltillo, pero eso no es cierto, los dos tienen para su gasto. Lo que sí es verdad, es que los cuatreños bien cumplidos le entienden más rápido al jueguito de la muleta, que los dos añeros adelantados y engordados con Clembuterol, anunciados como soberbios y hermosos toros. A propósito, ahora ya lo sabe: soberbio y hermoso toro es uno como el pabloromero que le arregló a usted su asunto.

 

Si se da cuenta, nuestros grandes toreros y verdaderas figuras –propongo los canonicen ahora que está de moda -, Don Rodolfo Gaona, Luis Freg, Fermín Espinoza Armillita, Lorenzo Garza, El Soldado y David Liceaga, se pasaron años en España. Silverio, que tenía muy claro el viejo proverbio de que más vale un por si acaso, que un quién lo iba a decir, con mucho tino se resbaló en la tina, y más acertadamente se cortó la mano, para tener un pretexto válido y no vérselas sin experiencia con los torazos españoles de los que no tenía NPI de cómo se hace para someterlos. Por si faltara, luego aseguró que veía doble. Y todavía hoy, nos reímos con la anécdota de Cantinflas, sin embargo, lo que tal vez nunca comprendimos fue que el Faraón estaba diciendo entre líneas que dominar un toro español cuesta el doble de esfuerzo que conseguirlo con uno mexicano.

 

En fin Matador, aplaudo su decisión de apuntarse a las duras y respeto la dignidad con que lo hizo. Olvídese de las ordinarieces que aquí se manejan y quédese usted por allá. Lo del domingo tiene su mérito, pero de ningún modo es un buen resultado. Sane pronto y larga vida.

 

 

 

José Antonio Luna Alarcón

Profesor Cultura y arte taurino

UPAEP

Puebla, México