Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

El asunto me ha hecho recordar el poema “Canción del pirata” y también, la historia de las cubetas de cangrejos. Ustedes la conocen: un hombre tenía dos recipientes, uno cubierto y el otro no. Un curioso se acerca y le pregunta al tipo de las cubetas qué contiene la que está tapada. El dueño contesta que cangrejos. El intruso, extrañado, inquiere la razón de la tapa y el hombre contesta: “¡Ah!, mire, la cubeta cubierta contiene cangrejos japoneses, ellos se apoyan unos a otros para trepar, el que consigue llegar al borde, ayuda a ascender a los otros y si no la cubro, se escapan todos. La otra contiene cangrejos mexicanos y con esos no hay problema, si uno trata de subir los otros lo jalan hacia abajo”.
Aun con las complicaciones de la pandemia, respetando estrictamente los protocolos de seguridad, y con el apoyo y supervisión del gobierno de Tlaxcala, se llevó a cabo un concurso taurino en una plaza de tientas. Se lidiaron cuatro toros de las divisas de Piedras Negras, Coaxamaluca,  De Haro, casa en la que se realizó el evento, y uno más de Felipe González. Los ganaderos participantes se disputaron un trofeo al mejor ejemplar, siendo el ganador el del último hierro nombrado. Los matadores fueron Jerónimo y Arturo Macías, en mano a  mano.
La idea, además de buena, es solidaria y permite dar fiesta en medio de las circunstancias que estamos viviendo. Fue extraño, los que allí estuvimos llevábamos tapabocas y careta. No éramos muchos. Antes de que llegaran los primeros y muy pocos invitados, gente del Sistema Estatal de Protección Civil había desinfectado el palco del tentadero y las instalaciones en las que se iba a interactuar. Al llegar, el personal asignado por la institución pidió mi nombre, lo verificaron en una lista, me tomaron la temperatura y obsequiaron una careta, dándome la instrucción de que la llevara puesta y que no me la quitara. En mi vida pensé que alguna vez estaría yo protegido así en un tentadero.
El objetivo fue que los aficionados vieran toros, por lo que hubo una transmisión de audio y video, vía Internet. Sin embargo, el síndrome de la cubeta se hizo notar desde los primeros momentos. Había cangrejos que no querían que tuviera éxito la difusión y en parte, lo consiguieron. Hubo ciberespectadores que entraron a la página electrónica y se mantuvieron conectados sin problemas. Muchos en cambio, sólo pudieron ver la parte final del programa; otro tanto, entraba y a los pocos minutos la página les daba puerta; los más, no pudieron ver nada. Hackers al ataque.
La sospecha tiene gran fundamento, piratería en los negros mares de los bytes. Francis Drake contratado por Isabel I de Inglaterra, para boicotear la fiesta española. Teclado y ratón a lo don José de Espronceda, que dé principio el poema: “Con diez cañones por banda/ viento en popa a toda vela,/ no corta el mar sino vuela/ une velero bergantín”.  La mirada fija no en lontananza, sino en la pantalla y con certera frialdad disparando impulsos electrónicos contra los indefensos aficionados: “Allá muevan feroz guerra/ ciegos reyes/ por un palmo más de tierra:/ que yo tengo aquí por mío/ cuanto abarca el mar bravío/ a quien nadie impuso leyes…”  Mientras tanto, las ilusiones de los telespectadores que tenían boleto electrónico quedaron hechas añicos. Corsarios deambulando por las comunicaciones vía satélite. Hampones a sueldo que se materializaron oprimiendo teclas, “que es mi ley la fuerza”.
Tiene huevos el asunto, oigan. Si son los que sospecho, y seguro son, que poca madre, pero ¿de qué lado están? Dejemos atrás a Espronceda y vámonos con García Lorca, que hoy amanecí de vena literaria: “Señores guardias civiles, aquí pasó lo de siempre”: Los cangrejos de abajo jalaron a los que intentaban subir y nada, todos al el fondo. Así es mejor. Este es el país del nunca jamás y no cambiará.