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Artículo de Rafael Carvajal Ramos. Escalera del Éxito 177

El investigador es un buscador que bebe en los archivos del boca a boca, en las hemerotecas y bibliotecas, para crear una historia comprensible y creíble sin faltar a la verdad. El historiador es un investigador que busca lo acaecido por cualquier medio, y los interpreta (con harta frecuencia) a su gusto. El cronista es el investigador-historiador que paga las informaciones y casi nunca retrata la realidad tal cual, si es que esta realidad no tiene poder de convocatoria y negocio «per se».

Repasando en mi archivo de «papeles viejos» me tropiezo con un par de cartas de la época (y para mí de la época significa que tienen algo más de un mes de antigüedad), firmadas por D. Fernando Fuertes de Villavicencio, a la sazón Jefe de la Casa Civil de S. E. el Jefe del Estado, una, y por el doctor Alexander Fleming, a la sazón el hombre de Ciencia más popular de la historia, la otra. Las dos misivas dormían el sueño de los justos desde no sé cuanto tiempo en su legajo, cuando en una ojeada sin más empeño, despiertan mi curiosidad. Ambas hacen referencia, por distintos caminos, al estoque del que fuera figura indiscutible de los toros, Rafael Guerra. Espabilado de mi duermevela taurino-cultural, cuaderno en ristre, me entretengo en preguntar a los «mayores» contemporáneos de las misivas. Unos no saben, otros no se ponen de acuerdo en sus entrecortado s recuerdos, y otros simplemente no han oído tan siquiera hablar del tal adminículo del afamado Califa del toreo cordobés. Así es que, espoleado por este primer fracaso, inicio mi recorrido por hemerotecas y archivos locales, pero aún así, lo recabado sirve más bien para poco. Alargo, como un CSI taurino, el radio de mi investigación, y por fin, tras muchos kilómetros recorridos y muchos favores pedidos, podemos pergeñar la historia real del ya querido por escurridizo estoque-joya del Guerra. Empecemos pues por el principio:

Año (que Dios guarde el recuerdo) de 1887, un día del mes de Septiembre. Rafael Guerra «Guerrita» toma la alternativa, vestido de tórtola y oro, apadrinado por su ex jefe de cuadrilla y paisano, Lagartijo, que le cede la lidia del toro «Arrecio», negro muleto, de la ganadería de J. Vázquez, y que había sustituido a uno de Francisco Gallardo, en la plaza de Madrid.

Con las reses de Saltillo lidiadas en la corrida de Beneficencia, El Guerra consigue romper el hielo de malas actuaciones conseguido en las ocho actuaciones anteriores en el coso madrileño en el año de 1897, y se hace aplaudir con entusiasmo y justicia, sobre todo en la muerte del sexto al que, según la crónica «dio dos pases superiores sentado en el estribo». Esta tarde fue tanto más halagüeña para el cordobés, por cuanto en ella consiguió una indiscutible ventaja sobre su rival por aquella época, el popular Reverte. Tan satisfecho queda, que no siente empacho en regalar el estoque que aquella tarde había firmado su triunfo, a su amigo José Miguel Motta, de Salamanca.

Tras un decenio de triunfos, que convierten al torero de Córdoba en el as indiscutible del toreo, no sólo de la época, sino de todos los tiempos, su amigo salmantino quiere agasajar y homenajear al maestro y amigo por su dilatada y triunfal carrera. Y para ello se sirve del estoque que con tanto empeño había pedido al diestro, y que con tanta satisfacción éste le había regalado. Repito, pues, para los amantes de las estadísticas, que el estoque fue el usado por Guerrita en la corrida de Beneficencia de Madrid el 3 de Junio de 1897, alternando con Mazzantini, Reverte y Emilio «Bomba». Y como a gran señor gran honor, la tal arma tomó el camino del más afamado joyero de la época, que montaba su taller en París, quien la convirtió en una joya, y así revalorizado, fue obsequiado nuevamente a su antiguo dueño, el torero de toreros, con una placa dedicatoria que dice así: «A Rafael Guerra «Guerrita», su amigo José Miguel Motta. Salamanca. Septiembre de 1897″.

El estoque usado por el II Califa para terminar con sus enemigos (que esa era, indiscutiblemente, su misión), se convirtió así, en manos de otro artista, esta vez de la joyería, en una alhaja. Le fueron cambiados los remates a la empuñadura por bellísimos zafiros. Pero lo que realmente enriquece y embellece al arma, es la vaina. Las cantoneras primitivas fueron sustituidas por otras de oro nativo, en una extensión aproximada entre las dos, del tercio longitudinal del total, cinceladas prodigiosamente. La parte superior, o sea, la de «boca» o empuñadura deja ver, sobre ramas de laurel, el escudo en esmalte rojo y blanco de la ciudad de Córdoba, cuna del torero, y las iniciales R. y G., en brillantes la primera y esmeraldas la segunda. El botón de cierre es un camafeo con una cabeza de toro, y el borde es una boquilla de esmalte rojo con la flecha, en oro, de 1897.

El otro extremo, o punta, remata en un gran zafiro. El oro, cincelado en laurel, contiene el nombre del amigo donante en brillantes. La vaina lleva, además, infinidad de rubíes. El todo se guarda en una caja de madera de nogal con cantoneras de plata y una placa de oro mate en el centro de la tapa, con la dedicatoria transcrita más arriba.

Año (que Dios borre del recuerdo) de 1936. En toda España el pueblo ofrece al Gobierno dinero y joyas para ayudar a los gastos originados por la Guerra de «Liberación». La familia de Guerrita hace entrega del enjoyado estoque para que sus valiosas piedras contribuyan al sostenimiento de la contienda. Calibrado el donativo por el General Jefe de los ejércitos del bando de liberación, y estimado que el valor artístico del donativo rebasaba al valor material del oro y piedras preciosas que contenía, con ser éste mucho, evitó el desmontaje de la alhaja e intacto, fue guardado en el Tesoro de la Nación.

La prensa del 26 de Septiembre de 1936 anunció la ofrenda del estoque con un artículo redactado en estos términos: «El estoque de Rafaé. Un estoque primoroso. Puño de oro. Topacios, rubíes, esmeraldas. Limpio acero toledano. El estoque de lujo de Rafael ha sido regalado al Ejército. El viejo roble cordobés, lleno de cicatrices, de salud y de andares garbosos entregó el estoque, a la vez que con él entregaba un poco de su alma.

¡Estoque de lujo de Rafael! ¡Estoque majo, incorporado al blasón flamenco y andaluz del maestro! En tomo del lindo puño enjoyado y en tomo del fuerte acero, se agolpa un mundo de recuerdos. Recuerdos de tardes llenas de polvo y de sol. Recuerdos de caras morenas en el tendido. Recuerdos de aquellos tiempos de mozo elástico y duro que le reventaba, de valiente, el corazón en el pecho como un clavel. Bravo rasgo el de Rafael. Bravo rasgo de viejo lidiador de solera, que recordarán sus hijos y sus nietos, como un lance generoso más para apegar al copioso anecdotario del maestro.

Patriotismo. Amor al Ejército. Entre esos polos va el rico regalo. Que el hombre que se jugó el corazón en tantas tardes españolas, no podía cruzar indiferente ante estos soldados y estas juventudes que cada día se lo juegan delante de los asesinos de España. Viva el rumbo de Rafael y viva el rumbo y la bravura de este Ejército de España. Firmado: A. 26 Septiembre 1936. DIA».

Del Tesoro de la Nación salió para ser admirado en la III Exposición de Arte Taurino que se inauguró el 23 de Mayo de 1948 en la ciudad cordobesa, en la «Sala Joyero» del precioso palacio donde se ubica la Facultad de Veterinaria, y cuyas vitrinas fueron aseguradas en tres millones de pesetas, yen su día devuelto a la Casa Civil de S. E. el Generalísimo, con el respetuoso homenaje de gratitud de las Autoridades locales y organizadores de la Exposición. Cuando la Diputación Provincial de Madrid creó el Museo Taurino de la capital, el citado estoque, junto a otros recuerdos taurinos de indudable valor histórico y sentimental para Córdoba, fue donado por su Excelencia al neonato museo para su conservación y exposición.

Esta es la historia real y a grandes rasgos del famoso «estoque de Guerrita», pareja a la apoteósica trayectoria del genio cordobés, y que estoy seguro nunca ha sido rebasada por torero alguno pues, como dijo un conocido crítico, no se prodiga el «vértice del resultante tipo» de la carrera de un torero, que es el maridaje del Arte con la diosa Fortuna.

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