Nació en Córdoba, el 8 de Diciembre de 1931, en la barriada del Brillante, de ahí el apodo por el que se le conoce en los medios taurinos. Sus padres eran naturales de Almodóvar del Río, pero desde muy jóvenes residieron en la capital. Aquí se afincaron, en la zona del Puentecillo, ejerciendo el cabeza de familia de maestro zapatero. Tuvieron siete hijos, dos de ellos – Cristóbal y Julio – profesionales del toreo.

 

Con nueve años, entró de aprendiz en el taller de platería de Antonio Osuna Luque, empresa a la que estuvo vinculado durante dieciocho años. Parte de su carrera taurina, la simultaneó trabajando y toreando. Este periodo lo recuerda Cristóbal con mucho cariño, porque la familia Osuna siempre le trataron muy bien, como a un hijo más, y eso que el maestro orífice, tenía nada menos que ocho vástagos – tres hembras y cinco varones – pero era muy consecuente con la afición del joven platero, y en más de una ocasión, le dio permiso para que se desplazara a Salamanca o a la provincia de Córdoba, para asistir a capeas y tientas. Así fue forjándose Cristóbal, acumulando conocimientos y a la vez soltura, para enfrentarse con suficiencia, a los becerros de sus primeros escarceos taurinos.

 

«cuando tenía dieciséis años empecé como becerrista a tantear el terreno, iba a Salamanca a torear en las tientas, y la gente de la zona se comportaba muy bien, a los maletillas nos trataban con mucho cariño, porque reconocían lo duro que es el mundillo joven de los aspirantes, eran otros tiempos. Aprendí a torear a base de tentaderos, herraderos y todo lo que caía… hasta que me apunté a la Escuela Taurina, donde dábamos clases teóricas, lo que se llama toreo de salón”…

 

Debuta en una plaza de toros y ante el público, en 1948 en la «Becerrada Homenaje a la Mujer Cordobesa». Después de esto, siguió toreando en algunos festejos menores y en seis más importantes (temporadas 1950-1955), en concreto tres en «Los Tejares» de Córdoba y tres en la provincia. Destacando en la mayoría de las funciones, más que como matador, como un buen banderillero, conocedor de los terrenos de las reses, y dotado de una estética y torería muy del agrado de los aficionados.

 

«los palos se me daban bien, yendo para Dos Torres a una tienta, paramos en Pozo blanco para hacer noche, y nos colamos para ver la nocturna que allí se celebraba. Andábamos por el callejón con el beneplácito de «Cordobita» que era el que llevaba la plaza. Como el ganado era bronco y no daba facilidades para banderillearlo, me permitieron saltar y vestido con la ropa normal, le puse los palitroques a casi todas las vacas; la gente se lo pasó en grande… Entonces,»Cordobita» me dijo: muchacho, si quieres, como damos festejos de estos todos los sábados, te vienes, te pago la cena y el viaje y colaboras en la lidia y a la vez te sirve para coger oficio… Tendría yo unos dieciocho años «…

 

Visto que lo suyo era ser banderillero, desistió de hacerse un hueco y un nombre entre los matadores, para prepararse a fondo y conseguir un hueco en los toreros de «plata», escalafón en el que canalizó con notable éxito, su afición y cualidades.

En su momento cumplió con el servicio militar y a renglón seguido dio el salto a Barcelona, e intervino algunas tardes por la zona, pero sin llegar a cumplir con las expectativas que traía.

Con la ilusión a flor de piel, su buena preparación y la necesidad de cuajar como banderillero, se bajó a Madrid y allí sí toreó bastante, porque en los pueblos las corridas eran muy duras y había sitio para todos e incluso dinero…, era frecuente que faltasen subalternos, que resolvieran las dificultades que planteaba el ganado, por tal motivo, los empresarios solían pagar bien.

 

«incluso se daba el caso de que se precisaban seis subalternos y estábamos en la puerta cuatro…, así que toreábamos y cobrábamos como seis, y después nos lo repartíamos a escote «…

 

Y así fue escalando puestos y ganando prestigio en el escalafón, hasta la temporada del 59, desde la que parte una importante carrera en la categoría de plata, ayudado en principio, por José María Martorell, con el que toreó por primera vez de banderillero en Cabra y en un cartel de categoría, ya que acompañaban al cordobés, nada menos que el maestro Antonio Bienvenida y según Cristóbal cree recordar, el otro diestro, quizás fuese Joselito Huerta. Martorellle ofreció al «Niño del Brillante», la posibilidad de presentarse como subalterno, pero sin desplazar a ningún miembro de la cuadrilla, que le acompañaban habitualmente, es decir iría de cuarto hombre; Cristóbal, no sólo aceptó encantado sino ilusionado y orgulloso. Estuvo muy bien, entrando a partir de esta importantísima tarde, en un circuito de diestros con nivelo promesas con proyección. Acompañó ya como profesional, a «Pacorro», «Limeño», Antonio Cobo, «El Caracol», José Fuentes – a cuya cuadrilla perteneció durante tres temporadas -, también fue con Manolín Sánchez Saco, Manuel Benítez «El Cordobés», José María Montilla, Florencio Casado, Paco Bautista y de forma más continuada con Gabriel de la Haba «Zurito», con el que estuvo hasta la retirada de Gabriel.

 

… » con «Zurito» toreábamos muchísimo, fue una época muy bonita, sobre todo, por la cantidad de corridas y por el trato. Tanto a Gabriel como a «El Puri», los conocía desde chavalillos, porque iban a vernos ensayar a la explanada de Paco Acedo. Precisamente de ahí vino el inicio de la pareja, ya que le preparamos una presentación en Ronda y a partir de esa tarde vinieron los triunfos.

Con José Fuentes también estuve a gusto, todo vino porque fui a su boda y me acerqué a felicitarle, charlamos un rato y me preguntó si quería ir con él, le dije que sí y «palante «…

Y con «Limeño «, de lo que más me acuerdo es que toreamos ganaderías muy duras, y bastantes de Miura «…

 

Su fama como banderillero, la cimentó porque era un artista afrontando el momento de clavar, y que salía con mucho empaque.

 

«mi forma de banderillear era ir siempre con mucha verdad al toro y no entrar a traición, ni a la media vuelta, ni pinchar una banderilla…, no era mi forma de entender la suerte; yo, si no era alegre el toro, esperaba, esperaba hasta que hacía por mí y sacaba los brazos y clavaba… El par que más me gustaba poner, es el de poder a poder. El poner banderillas es una mezcla de arte y de facultades atléticas, y sobre todo que una cosa es ser eficaz y otra ser torero, yo prefiero lo segundo «…

 

En su haber, tiene muchas tardes de éxito y en consecuencia, cantidad de saludos desde el tercio, hasta una vuelta al ruedo que dio en la plaza de toros de Barcelona, por aclamación unánime.

 

«se puede decir que dentro de este escalafón y en mi época, fui un privilegiado por como me respetó el público y por los toreros con los que estuve. Si tuve más o menos calidad, eso lo tienen que decir los aficionados, pero sí recuerdo como muy buenos dentro de nuestra categoría a «Tito de San Bernardo» que iba con Paco Camino -, Manolo de la Haba Vargas, » Vito», Luís González, «Finito de Triana» y alguno más, que ahora mismo no recuerdo «….

 

Toreó por última vez, en la cuadrilla de Paco Bautista, del que tiene muy buenos recuerdos, estaba ya para retirarse en el 72 y Paco le ofreció alargar la carrera, pero no sumó las suficientes como para Cristóbal viviera del toro, y lidiando en Barcelona, en la temporada del 73, decidió retirarse del toro y ayudar a su hermano Julio, en una empresa de repuestos para el automóvil. ¡Que le vamos a hacer!, Cristóbal Sánchez «Niño del Brillante», cambió el repuesto por una tarde de toros…y el buen aficionado perdió al torero.