Si en Tlaxcala lo que sobran son bovinos de lidia. No se vale. Ni para los ganaderos de la tierra de Xicohtencatl ni para nosotros los aficionados que cada año, esperamos noviembre y la fiesta de Todos los Santos con una ilusión tan grande, como la de los participantes de esa pifóstia bautizada con el nombre de Bailando por un sueño, concurso más grotesco que un oso bailarín y con pandero. Uno va a los toros para matar los diablos, igual que otros juegan dominó, o se pintan la cara de verde, blanco y rojo, y se meten al estadio. En la plaza, la estampa de los astados supone la diferencia entre un acto placentero y un mal rato, es decir, entre matar o enardecer a los más violentos de nuestros demonios.

 

Grotesco fue el trato que el sábado recibimos los aficionados gracias a que no hay autoridad que le ponga freno a los empresarios taurinos. Faltaban unas cuantas horas para que diera principio el paseíllo y seguía viva la especulación sobre el nombre del espada que sustituiría a El Pana. Las cartulinas anunciando que el cartel había resultado en un mano a mano, aparecieron cerca del mediodía. La falta de seriedad trasluce desde el momento en que un perro mechudo, percudido y a toda velocidad, acompañó el galope del caballo de la niña vestida de adelita que partió plaza. Uno no sabe si doblarse de la risa o romper en llanto amargo. A José Antonio González Chilolo se le pasó la mano y mucho. Confeccionó un serial muy pobre en cuanto a los carteles y todavía hay que sumarle bondades como el abuso del sobrecupo y el insulto de este encierro en un estado en el que abundan las casas ganaderas de bravo.

 

Siguiendo en el mismo tono, los de Valparaíso fueron una bazofia. Un himno de siete estrofas a la decadencia. Falta de casta y bravura sin trapío ni edad, cornamentas gachas, cepas bastas, ejemplares inválidos. Ese fue el catálogo que el ganadero presentó al deshacerse del saldo de corrales. Llegamos a tanto, que el público con la codicia que le faltó a los novillotes, pidió la devolución de la tercera sardina, la que en un acto de magia sin precedentes fue sustituida por una lagartija.

 

Después de una feria taurina como la que estamos viviendo en Tlaxcala, ante un empresa sin escrúpulos, los toreros que paradójicamente pagan veedores ciegos, la sagacidad del ganadero, la apatía del juez y el desamparo en que nos dejan las autoridades, nos quedaría convertir en indignado reclamo la bronca que empezamos el sábado al salir el tercero de la tarde, pero una vez más preferimos cerrar la boca pronto y resignarnos a aceptar el palo. Abusan tan fácilmente de nosotros porque formamos parte de la misma charlotada, nuestro conformismo es igual de cómico e ingenuo que el perro alguacil que nos desternilló de risa.

 

 

 

 

 

Desde Puebla, informa José Antonio Luna Alarcón