Fuente:Paco Mora. AplausoS 
Alguien dijo alguna vez que “el arte del toreo bajó del cielo”, y esta tarde Juan Serrano “Finito de Córdoba” ha hecho bueno ese aserto. De naturalidad, ritmo, armonía y cadencia ha quedado inundado el ruedo de la plaza de toros de Antequera, perfumado de torería “per saecula saeculorum”. La música arrancó al primer muletazo en sus dos “zalduendos”, buenos pero que en manos del de Arrecife de La Carlota se convirtieron en instrumentos ideales para que El Fino interpretara su gloriosa partitura. ¿Qué hace este torero sentado? Un artista así debería estar subvencionado para que toreara una corrida en cada feria de España y de todos los países en los que ha arraigado la tauromaquia. Que tal como la interpreta Juan Serrano tendría que ser Patrimonio Artístico de toda la humanidad. Y todos los públicos tienen derecho a disfrutarlo.
Milagro de suavidad y temple, el toreo parecía salirle a Juan de lo más profundo de su alma. Ni un tirón, ni un gesto brusco, ni un latigazo, el toreo en su capote y su muleta parecía una caricia eterna.
Todo ha sido dominio pleno y delicadeza, y si ha indultado un toro ha sido porque el noble bruto, embrujado por los arpegios de su toreo, se ha olvidado de sus defectos, que los tenía, y se ha entregado a la armónica tiranía de las muñecas del artista, convirtiéndose en fácil argamasa con la que modelar su obra. Cuatro orejas y un rabo ha sido el premio visible de tan gloriosa tarde. Parvo premio para quienes habíamos quedado ahítos de tanto arte, gracia y enjundia torera como derramó en el ruedo ese Juan Serrano Pineda, nacido en Sabadell con raíces de la tierra cordobesa.
No renuncio ni a una tilde de lo escrito, pero sin embargo, dentro de unos días sonará el pasodoble en el templo del toreo de Córdoba “La Sultana”, y no cruzará vestido de seda y oro el ruedo de la plaza de su ciudad ese artista universal de la Tauromaquia, que hoy ha impartido tan grandiosa lección de arte torero en Antequera. Así de injusto es el mundo del toreo. Y no es de lamentar solo por El Fino, sino también por los cordobeses que no podrán gozar de su arte, porque así lo ha decidido un empresario escaso de sensibilidad.