Qué bonito se ve el mundo de colores aunque a veces me acuerde de las fotos en blanco y negro que se grababan en placas de cristal en el cajón oscuro cubierto con un manguito de tela negra y al que se daba paso a la luz disparando el oportuno obturador. De entonces hay estampas fantásticas y la constancia de que ya hace muchos años existía la posibilidad de retratarse a uno mismo solo o acompañado, lo que ahora está de moda y le llaman “selfie”. Santiago Ramón y Cajal le enchufó un tubo de goma al obturador de su cámara y al otro extremo puso una pera como la de los enemas, apretó, el aire disparó el artilugio y don Santiago se autorretrató sólo o en grupo. Pasaron los años y se supervaloró la información gráfica, las tragedias, los sucesos, las bodas, las modas y los acontecimientos sociales. El diario “Pueblo”, portavoz del sindicalismo vertical, con  el impulso renovador de su director Emilio Romero puso en circulación la información rosa en la que muchas veces fueron protagonistas los toreros. Ahora “ABC” ha recordado la singular aventura que protagonizaron el matador de toros Ángel Teruel y la propietaria de los almacenes Woolworths de USA, princesa de Champañak, con casi tantos maridos como dineros, Gary Grant y el “play-boy” dominicano Porfirio Rubirosa entre los siete que coleccionó, que  paseaba por España en un Rolls en la temporada de 1972 y se hizo seguidora apasionada del torero de Embajadores. Regalos valiosos, brindis y fiestas y una circunstancia muy particular: Bárbara Hutton no podía andar y, como entonces no había rampas de acceso para las sillas de ruedas en las plazas de toros, uno de sus guardaespaldas la tomaba en brazos del automóvil y así la llevaba a la barrera de Sevilla o Navalmoral de la Mata. Esa es una de las fotos que ilustra el artículo de “ABC” de Rosa Belmonte, pero en el pie correspondiente, tampoco en el texto, no se aclara la circunstancia por la que la lleva en volandas el hombre de su séquito: su parálisis de las extremidades inferiores. La Hutton tenía 60 años y Ángel Teruel 20. Hacía tres años que el madrileño había tomado la alternativa, le apoderaba Pepe Dominguín y era otro de los toreros surgidos de la “Oportunidad” que gestionaron  los hermanos Lozano y los hermanos Dominguín con el apoyo mediático del diario “Pueblo”. Rosa Belmonte cuenta la historieta en base al testimonio del colombiano Edgar García Ochoa y habla en principio de que la rumba y las mujeres que le acosaban minaron la aspiración de Ángel Teruel de ser figura del toreo. No es esa mi sensación pese a los argumentos de los amores con dos hermanas y una prima, la mantilla que le lanzó la rica americana en Sevilla y no se le devolvió el diestro sino uno de sus subalternos, el enfado de esta, la cena en la “suite” del Alfonso XIII sevillano y el regalo de dos pasajes de ida y vuelta a Los Ángeles, un reloj de oro, un Rolls Royce y 45 millones de francos. Esto de los regalos lo desmintió años después Tico Medina. También se dice en este artículo de  Rosa Belmonte que, en Navalmoral de la Mata, Bábara le arrojó al ruedo un collar de brillantes. Tampoco me lo creo: ella llevaba a modo de collarín ortopédico o tapa-arrugas a lo masái una gargantilla de seis vueltas de perlas  y un par de ellas más gordas por debajo y, en la chaqueta de color claro bajo el abrigo de pieles, bordado un golpe, alamar o cairel, de vestido torero, sus pobladas cejas negras a lo pintora Frida Kahlo, compañera del mexicano Diego Rivera, peinado de bucles y hondas y la mirada triste y compungida. Sí tengo constancia de que en Talayuela, Cáceres, le regaló al de Embajadores unos gemelos de oro con sesenta brillantes que entonces se valoraron en 4 millones de pesetas, que a Ostos le obsequió con la reproducción de la llave egipcia de la vida y la muerte en oro  y no tengo constancia de que le hiciera regalo alguno al tercer matador, Raúl Sánchez. Fueron Manolo F. Molés en “Pueblo” y José Luis Blanco Quiñones en “El Alcázar” los que firmaron los reportajes de la mediática historieta. Blanco Quiñones reflejó de este modo la opinión de Teruel sobre su amiga americana: “Con Bárbara Hutton me une una grande y sincera amistad. Es importante y es para mí un orgullo el que una señora de la categoría de Bárbara se fije en un torero como yo, dando categoría de esta forma no sólo a mi persona sino a toda la profesión”.

Ya por aquellos días, Ángel Teruel tenía novia. Era Lidia García González, hija de Gracia (Pochola) González Lucas, hermana de Domingo, Pepe, Luis Miguel y Carmina Dominguín. Se casaron en abril de 1976 en la madrileña iglesia del Perpetuo Socorro  y tuvieron cuatro hijos, Verónica, Lidia, Ángel Luis y Gonzalo, cuarta generación de los Dominguín por la rama femenina con un nuevo matador de toros en el caso de Ángel Luis, coetáneo de los Rivera Ordoñez, Francisco y Cayetano, mientras que por la rama masculina ninguno de sus descendientes, los de Domingo, Pepe y Luis Miguel, alcanzaron el doctorado taurino. Únicamente el hijo de Pepe, José Manuel González Salgado, más conocido como “Peloncho” , tuvo alguna inquietud torera allá por aquel año de 1972, fervor que apenas duró una temporada de actuaciones en novilladas sin caballos.

Al margen del historial donjuanesco abrumador de Luis Miguel, Pepe Dominguín, el apoderado de Teruel, tuvo una amplia biografía sentimental. En 1948 se casó con Dolly Lummis Mackennie, peruana  de origen escocés que murió en 1952, en su segundo parto, de un choque anestésico. En 1953 se casó con María Rosa Salgado, una bellísima y buena actriz con la que tuvo tres hijos, Peloncho, Jimena y Alejandro. Se separaron a los diez años de matrimonio y Pepe se casó con la mexicana María José Suárez en 1965. Diez años después, otro matrimonio. En esta ocasión con la francesa Daniella. Pepe comentaba que en España, aunque no estaba permitido el divorcio, era más fácil separarse que en América. “Aquí le dices a la mujer “cariño, ahora vengo, voy a comprar tabaco” y no vuelves y ya está y en América te persigue la policía y los jueces o te pegan una paliza entre los hermanos y amigos de la interfecta”. Pepe era un gran tipo, un escritor de valía con una obra antológica, “Mi gente” (su familia) y otra de lo más literaria, “Carasucia”. Inseparable de Curro Fetén y Pepe Puente, en sus últimos saltos del Atlántico se llevó cuadros de este último para venderlos en aquel mercado potencial, al que también recurría el evolucionado López Canito. Para mí, la familia de los Dominguín, incluida la conocida por “Pati” o “Patata”, Carmen, hija de Domingo y casada con Curro Vázquez, es una familia de encantadores de serpientes con la palma de oro de la cordialidad para Carmina, la esposa de Antonio Ordóñez. La otra Carmina, la hija de estos, inenarrable. Recuerdo la cervecería “La Alemana”, cuando la regentaba Ramón “El Chino”,  la presidía una foto de “Cuevitas” de Luis Miguel y era el cuartel general de los de Quismondo desde que fueron a  vivir a la calle del Príncipe. A la que apenas conocí fue a “Pochola”, la madre de Lidia, la esposa de Ángel Teruel, matrimonio que en sus casi 40 años de convivencia apenas “han dado ramicos a oler” a los “sabuesos” de la prensa cardiaca. Quizá únicamente con ocasión del grave accidente automovilístico que sufrió Ángel. Recuerdo algo peculiar del torero de Embajadores: cuando daba la vuelta al ruedo iba moviendo los labios y algunos lectores avezados decían que eran expresiones de gratitud y otros lo contrario. El secreto lo tiene el protagonista.

Y no me olvido de José Luis Teruel, el hermano mayor de Ángel. La familia dice Rosa Belmonte que tenía un tiovivo que llevaba por la ferias de España. Me parece que el negocio, siempre vinculado a lo ferial, era más amplio  y que abarcaba también la confección y venta de objetos para los belenes, globos, estrellas, zambombas o casitas de corcho. José Luis se apodaba “El Pepe” y tuvo de mentor a Octavio Martínez “Nacional”, matador de toros de Almería, que le inventó un buen reclamo publicitario: “Sea usted moderno; sea usted de “El Pepe””. Luego fue en la cuadrilla de Ángel y se hizo empresario en plazas riojanas y navarras. Ambos, José Luis y Ángel y el tío que les acompañaba como administrador, tenían el acento de Cascorro, el hombre de la lata. Y de Vicente Pastor, que vivía en una casa de Embajadores con ascensor, vecino de El Rastro.

Por cierto, un día de estos, día 20,  Ángel Teruel ha cumplido 65 años.¡Felicidades!

POSTDATA.- Hace unos días leí  también en ABC un artículo de Gonzalo de Bethencour de abril de 1975 en el que hablaba de un complot por parte de la CIA norteamericana para eliminar a Franco y que el director de “Pueblo”, Luis Ángel de la Viuda, decidió no publicar para no enturbiar las relaciones de España y Estados Unidos. Ni entro ni salgo en la veracidad de lo afirmado por el periodista desde el otro lado del Atlántico, pero una foto que ilustraba el recuperado reportaje ponía en su pie que se trataba de Alfredo Sánchez Bella, embajador de España en Colombia y en realidad  era del propio Gonzalo de Bethencourt, al que yo conocía como Gonzalo Carvajal, cronista taurino de “Pueblo” que en los inviernos se iba a la América taurina a dar noticia de la temporada de México, Venezuela, Ecuador, Colombia y Perú. Pero a Gonzalo, buen periodista, le fascinaba el revolucionado mundo hispanoamericano y en sus aventuras periodísticas incluía hasta la mismísima Cuba. De aquellos barros le quedaron los lodos de unas fiebres que acabaron con la vida del sevillano el 29 de agosto de 1982, el mismo día en que falleció Carmina Dominguín, la esposa de Antonio Ordóñez y en el 35 aniversario de la muerte de “Manolete”.          

 

 

Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85