Los que somos pacíficos y entendemos la vida por la vía del diálogo, en los tiempos que vivimos tenemos un problema gravísimo, y no es otro que el hecho de pensar que nuestra actitud conciliadora no sirve para nada. Desdichadamente, aunque no lo queramos, tenemos que ir a la guerra, es decir, salir a la calle para defender nuestros derechos que, a diario, son mancillados por tantos indeseables.

Nunca podremos comprender por qué todos los hijos de padres desconocidos les dan por la “causa” de los toros; podían repartir su odio a otros colectivos, pero no; son los toros su punto de mira. Ahí está el boicot al que fue sometido el pasado domingo el festival de Requena; un boicot que, desde dentro, como expliqué, los que tenían que ser los receptores de los beneficios de dicho festival, éstos, por “amor a los animales” declinaron la oferta de lo que podía haber sido una dádiva sustanciosa por parte de los toros.

Al respecto de lo que digo, nuestro director, Antolín Castro, en un ensayo admirable, metafóricamente nos lo explica muy nítido. Claro que, este asunto no es de metáforas; más bien es de llamar a las cosas por su nombre y decir las consecuencias que este libertinaje nos puede traer.

Consentimos, como pasó en Requena, hasta que unos desalmados salten al ruedo para impedir la normal celebración del festejo, a lo que uno se pregunta, ¿cómo pueden lograr entrar en el ruedo con lo difícil que resulta para una persona normal? Aquí, uno ya puede pensar de todo, hasta que no había fuerzas del orden para proteger a las personas de buena voluntad que acudieron a dicha cita por aquello de colaborar con los más desasistidos de la sociedad en que vivimos.

Estamos viviendo tiempos de boicot permanente, pero en todos los sentidos y, de forma muy concreta en el mundo de los toros. La Fiesta, como tal, está boicoteada por los estamentos oficiales, ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas. Y el boicot hacia la fiesta de los toros viene dado porque unas leyes absurdas, obsoletas y fuera de todo contexto de lo que entendemos como la razón y la lógica, se unen tres partidos de los perdedores, forman un llamado tripartito, desplazan al que ha ganado las elecciones y, la mejor ocurrencia que tienen estos indeseables, en vez de preocuparse por los ciudadanos y sus problemas, para ellos, su gran logro no es otro que prohibir los toros. ¡Y toda esta gentuza ha tenido votos en las elecciones! Que venga Dios y lo vea.

Comenzó la singladura esperpéntica en Cataluña cuando Mas y sus huestes socialistas prohibieron la fiesta para siempre; ahora, como no podía ser de otro “modo”, se les une Baleares, amén de otras ciudades amenazadas por el boicot de los socialistas que, junto a los descerebrados de Podemos, todos juntos eliminarán la Fiesta para siempre. Ahí está el caso de Huesca, Alicante, La Coruña, Córdoba…y sin duda todos los lugares que esos tipos aberrantes han tomado el asalto al poder y, como digo, su único triunfo antes sus electores no es otro que PROHIBIR.

Está claro que, estas malditas fuerzas políticas que dicen gobernarnos, al final solo lograrán que, como decía, las entes pacíficas y de buena voluntad salgamos a la calle para hacer prevalecer nuestros derechos. ¿Acaso alguna vez los aficionados a los toros hemos prohibido algo, refiriéndome a los políticos cabales? Siempre, desde el respeto, hemos amado a esta fiesta hermosa, centenaria, única, inspiradora de grandes artistas, talentos al más alto nivel se inspiraron con el arte de Cúchares.

Claro que, ya lo digo, inspiró a talentos, pero jamás podrá motivar a descerebrados, por tanto, a enfermos. Como digo, el arte taurino envenena a todos aquellos que dicen amar a los animales, pero que desprecian al ser humano. Las pruebas son elocuentes.