Morante de la Puebla dejó ver su arte torero y buen gusto al recibir de capote a su primero, que embestía con genio y se iba suelto. Realizó un buen quite por verónicas antes de recoger bien al toro con la muleta con ayudados por bajo. Cimentó una faena con clase y temple que remató de una estocada corta y caída. (Silencio). Con el cuarto llegó lo mejor de la feria, y se superó el diestro sevillano bordando el toreo con capote y muleta mientras obligaba al toro a tomar el engaño, un toro que se había quedado con media embestida. Al rematar su labor de estocada ladeada fue premiada con una oreja.

 

Alejandro Talavante ante el segundo, un toro noble que humillaba bien y que seguía las telas toreras, se lució con el capote e instrumentó una faena ligada con el defecto de citar fuera de cacho y alargar en demasía el trasteo. Despachó a su oponente de pinchazo y estocada entrando con el brazo suelto y descabelló a la primera. Con el quinto se mostró muy decidido a pesar de la embestida rebrincada de su oponente que al inicio de la faena de muleta y en un pase citando de lejos le trompicó y volteó, afortunadamente sin consecuencias. Continuó el diestro extremeño con decisión y cuando tenía el público a su favor lo enfrió todo con la espada. Terminó de cuatro pinchazos y estocada ladeada. Escuchó un aviso y saludó en su lote.

 

Cayetano pechó con el tercero que por el pitón derecho rebañaba y se vencía por el izquierdo, defectos que se dejaron ver en el capote al que había acudido violento y cortando el viaje. No obstante se vieron buenos detalles toreros antes de rematar la faena de una estocada corta. (Pitos). El sexto embestía con un cabeceo molesto y hubo detalles de buen gusto torero pero la faena pecó de consistencia, por lo que después de dos pinchazos y una estocada atacando con el brazo suelto Cayetano fue despedido con pitos.

 

Esta muestra de corridas invernales en el Palacio Vistalegre ha demostrado que en el mes de febrero se pueden ofrecer toros despertando interés en el coso cubierto de Carabanchel.

 

 

 

 

 

 

     Crónica de José Julio García

Decano de los críticos taurinos de España