Decía Felipe Sassone que "el toreo al natural es el que se realiza con la mano izquierda, el estoque en la derecha y el corazón en medio". No es fácil matizar más con tan pocas palabras la realidad de una de las suertes fundamentales del toreo, como es el pase natural, que unión con el lance a la verónica conforman el verdadero núcleo duro del toreo de siempre. Aunque en la teoría taurina podemos remontarnos hasta Pepe-Hillo y sus continuadores, hay que reconocer que la realidad del pase natural tal como hoy lo conoceos arranca fundamentalmente de Joselito y de Belmonte, para luego ir adquiriendo una personalidad propia en el quehacer de las grandes figuras, que hicieron realidad esa definición de Sassone: además de la técnica, pusieron el corazón de por medio.

Los tiempos, las coordenadas del espacio, ese citar dándole el medio pecho al toro, el propio concepto de la ligazón de las suertes, la culminación poderosa de la media verónica o del pase de pecho… Si se analizas con detalle, se observan fácilmente unas enormes similitudes cuando se trata de lancear a la verónica y cuando se dibujas un pase natural. En base a todo eso se define la esencialidad de estas dos suertes.

Bajo este punto de vista, lo primero que hace el torero es traer embarcado al toro en las bambas del engaño desde que inicia su arrancada; no espera que llegue a su jurisdicción, desde antes ya está toreando en sentido pleno. Luego, de manera lenta y gradual le va bajando las manos, para que el toro se entregue en ese medio círculo alrededor de su cintura. Para al final, cederle espacio y ritmo en la salida, sin dar un telonazo, de forma que toro y torero quedan de nuevo colocados para el siguiente lance. Cuando estos elementos se dan, qué natural y qué rotundo nace la suerte, qué natural y qué rotundo nace el olé.

Cuando se rebusca en la historia, aunque sin duda hay referencias anteriores, podemos comenzar por detenernos en un detallado artículo titulado “El natural de Joselito”, que data de julio de 1915 y escrito por Luis Navarro en la revista “Arte Taurino”.

Decía ayer el autor, a modo de prolegómeno, “no es que nunca se hubiera ejecutado el natural conforme a los cánones que se imponen ya desde las tauromaquias más añejas, desde la de Pepe-Hillo o Montes, sino que era un lance ocasional, muchas veces sin quietud y sin gusto y sólo excepcionalmente ligado. Pasa por ser Cayetano Sanz el diestro que conseguiría, mediada la década de los cincuenta del siglo anterior –el XIX-, ligar, unir, sumar, varios naturales a un mismo toro… y ya se había olvidado casi por completo. También Lagartijo el grande lo había hecho, años después, como Guerrita, o el mismo Bombita, pero sin la continuidad que José lo hará en su día, sin el afán que Gallito pone en darle continuidad a las incipientes series, algo que puede verse como documento de arqueología taurina en las imágenes de la corrida de los siete toros de Martínez del 3 de julio de 1914 en Madrid”.

Tras colocarse en el contexto de lo que era el toreo en aquella época, un poco más adelante añadía: “el pase natural, que arrinconado y olvidado yacía mustio, cabizbajo y triste fue resucitado por Vicente Pastor, el bravo torero madrileño, que con él armó una formidable revolución. Pastor citaba quieto, gallardo, (gallardo, sí, con su brava e inimitable gallardía), la muleta ávida con la siniestra mano a la altura de la cadera. Al arrancar el toro, el diestro tendía la flámula, la adelantaba, giraba suavemente la muñeca hacia atrás y quedaba en disposición de repetir el pase. Que es su mayor dificultad. Porque uno solo de estos pases no es muy difícil ejecutarle. Pero varios, en la diversidad de terrenos en que forzosamente han de hacerse, presenta dificultades casi insuperables”.

Es la tesis que años después repetiría Gregorio Corrochano en un artículo publicado en Revista de Occidente: “Lo escolástico es tomarle de frente [al toro], girar hasta ponerse de perfil en el centro de la suerte, seguir el giro acompañando al toro y rematar de frente, para seguir engarzando la faena, que es una sucesión ininterrumpida de pases”.

Si se sigue al cronista, se observa como remarca con toda claridad que las dos normas esenciales del pase natural radican en colocarse de frente y cargar la suerte. Con lo cual lo que en realidad hace es repetir lo que siempre ha sido el núcleo duro del toreo, unido todo ello, como recuerda el propio Corrochano, con la ligazón o continuidad. “Las faenas cortadas, interrumpidas, quitan emoción, restan eficacia y suelen acarrear no pocos disgustos cuando se está en presencia de un verdadero toro”.

En otra ocasión, en su “Qué es torear”, Corrochano se pregunta así mismo qué cuál viene a ser la concepción ortodoxa del pase natural. Su responde en los siguientes términos: “El torero se coloca frente al toro, midiendo la distancia por la bravura, el poder y los pies –ligereza- del toro. Así se hace el cite, y si el toro está muy aplomado, si fuera preciso, le adelanta la pierna contraria, o sea la derecha… y entonces el torero, adelantando un poco la mano izquierda, como si hiciese el quite a la pierna derecha, embarca al toro en la muleta…, se lo trae, se lo pasa por delante, mientras va girando la cintura al compás del toro y del pase, acompañando al toro en el viaje”.

Su explicación la comenta en los párrafos siguientes, cuando escribe: “Una vez que el toro ha llegado al centro del pase, se carga la suerte sobre la pierna izquierda, y se va levantando el pie derecho, que al rematarse el pase avanza en un paso y se queda en posición, colocado para ligar el pase natural siguiente”. Para luego apostillar: “Ligar, unir, empalmar, no cortar, no romper el toreo en pases sueltos, torear”.

No obstante, el propio Corrochano reconoce que no era lo habitual en esta Edad de Oro: “A Gallito y Belmonte… nunca les vimos ligar más de cinco naturales seguidos. Por excepción, recordamos que una tarde dio Gallito siete pases naturales a un toro de Gamero Cívico, únicos de que se compuso la faena. Pero fue en un afán de superación, porque se le había reprochado que se iba olvidando de la mano izquierda. Cinco dio Belmonte en aquella corrida de la Beneficencia de Madrid, y de cuyos pases, magníficos, tanto se habló”

Cerrando esta introducción, a cuento viene traer a colación un artículo del veterinario y escritor Luís Alonso Hernández, también titulado “El pase natural”, en el que afirma desde el comienzo: “Si la verónica es el lance rey de capa, el natural lo es de muleta. ¡Pase clásico por excelencia!”.

Su explicación técnica viene a ser coincidente con las anteriores en sus elementos fundamentales, quizá con la diferencia de realizarlo de forma más detallada:

“En tauromaquia el pase natural (o al natural) es aquel en que el que se da salida al toro por el mismo lado de la mano con la que el torero sostiene la muleta. Expresado así serán pases naturales tanto los que se dan con la mano izquierda, como los realizados con la mano derecha.

Si bien clásicamente, este nombre es utilizado para designar a los pases realizados con la muleta en la mano izquierda, mientras la mano derecha sostiene el estoque.

En la ejecución de esta suerte fundamental, el diestro cita al toro en el terreno de este, abriendo la muleta en la cara de la res, adelantando una pierna, dando el pecho o medio pecho y alargando todo lo posible la embestida, tratando de impedir que el animal enganche el engaño. El toro se enrosca en el cuerpo del torero, lo que le confiere una gran belleza y cansa mucho al toro, que tiene que arquearse para seguir el semicírculo que traza el torero con la muleta. La mano derecha, con la espada, suele situarse en la cadera. Hoy, en la ejecución, se aprecia sobre todo cuanto mayor sea la lentitud y la largura con la que se ejecute el pase".

 Continuará…