Quiso la casualidad que en mayo de 1887 coincidieran en Barcelona, el tenor Julián Gayarre, el violinista Pablo Sarasate y el matador de toros Luis Mazzantini; y la colonia vasco-navarra en la Ciudad Condal les obsequió con un banquete.

A llegar la hora de los brindis, Gayarre, en lugar de un discurso, obsequió a los comensales con el canto de un zortzico. Sarasate, por su parte, interpretó una difícil composición con el violín de uno de los músicos que amenizaban el banquete.

Visto lo cual, Mazzantini, levantó se y exclamó en voz en cuello, produciendo general regocijo:

– ¡A ver, que me traigan un toro!.