En una población de la provincia de Sevilla, cuyo nombre no viene al caso, hubo de lidiar «El Espartero» un toro que llegó a la muleta muy entero y un tanto descompuesto.

 

Manuel García lo trasteó brevemente, tratando de que cuadrara cuanto antes, y a la primera ocasión que se le presentó entró a matar un tanto apresurado dejando una estocada un tanto tra­sera, que, aunque insuficiente para dar muerte al toro, hizo que éste doblase, momento que el puntillero Antonio Ruiz «El Sargento», que era todo un fenómeno a la hora de utilizar la pun­tilla, tiró de ella y acertó a rematarlo.

 

El público tributó una gran ovación al «Espartero» y pidió la oreja, que le fue concedida. El espada se la entregó al «Sargento», diciéndole:

 

– Tómala, que la mereces más que yo.

 

Es el único caso de esta índole registrado en los anales del toreo.