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¡Como para cazar leones!

En sus comienzos de novillero, Bernardo Muñoz, «Carnicerito de Málaga», soli­citó un anticipo a cierto empresario de toros que con frecuencia lo contrataba.

– Es para tapar unas bocas -argumentó el torero-.

– ¡Pero Bernardo! ¿Tienes pequeñas trampas? -le preguntó el empresario.

– ¿Pequeñas, dice…?…… ¡trampas como para cazar leones! -le respondió el torero.

El torero más grande

De la admiración que «Frascuelo» sentía y profesaba a «Lagartijo», valga esta anécdota:

«Frascuelo» había obtenido un gran triunfo en la plaza de Madrid, la vez primera que mató seis toros, de balde y en corrida benéfica. Pocos días después de tal proeza, se en­contraron ambos toreros y Rafael felicitó con todo cariño a Salvador. Éste la contestó con unas frases que demostraban su cariño a la vez que su modestia. Fueron éstas:

– Mira, Rafael: tú eres el torero más grande que existe. Ante ti me quito el sombrero…. y no me quito la cabeza porque sin ella no podría torear….

¡Veinte años y en cueros!

El diestro «Lagartijo» se había retirado de los toros, y, precisamente por ello, y por ahuyentar la nostalgia, organizó una comida en su finca «Córdoba la Vieja», comida a la que invitó a varios amigos y antiguos colegas. El torero aún queriendo mostrar cier­ta alegría, no podía ocultar su añoranza de tiempos pasados. Los amigos percatado s de la situación comenzaron a hablar de la finca, de las obras de mejoras hechas en la mis­ma, de la cría de ganado, del saneado capital de Rafael Molina, de la admiración de que en toda España disfrutaba…El maestro, no obstante, escuchaba la conversación «como quien oye llover», como ausente del mundo que le rodeaba; añorando las tardes tantas veces vividas en los ruedos españoles. Y dirigiéndose a sus amigos, les dijo, no sin cierta tristeza:

– Todo eso que estáis diciendo es la pura verdad. Pero to ello -fincas, fortuna, admira­ción, fama-lo cambiaba yo ahora mismo por tener veinte años y estar ¡completamente en cueros!