Hacía tiempo que me venía rondando la idea de aflorar del olvido a un torero gitano. A mi juicio más gitano que torero. Y, sin lugar a dudas, un punto y aparte de los toreros de su raza. Se trata de Ignacio
Ahijado de Zuloaga, un día, vísperas de Adviento de 1939 le indicó el pintor que se pusiera un traje de luces, atribuido a Lagartijo o a Montes, que iba a retratarlo vestido de torero. Y, el modelo de Zuloaga no tardó en ser tangible realidad en los ruedos.
Por primera vez vistió el traje de luces el 22 de mayo de 1941 en Logroño con reses de Villa junto con Sesma, Illera y Orteguita. Esta temporada toreó cinco festejos sin picadores, uno de éstos en Barcelona el 21 de septiembre con novillos del conde de Ruiseñada. Actuaron Paquito Mascarenhas; Albaicín, Andrés del Campo, Manuel Puchol «Morenito» y José Vila. El gitano toreó pausado y solemne y a un revistero le recordó la elegancia de Antonio Fuentes.
Con picadores toreó 29 novilladas en 1942 y 26 en 1943. Su majestuoso capote destacó en la plaza de Vista Alegre de Bilbao los días 15 de marzo y 14 de mayo. El Licenciado Vidriera en La Gaceta del Norte le bautizó como «Rafael Albaicín: el gitano que esclaviza el tiempo». La segunda tarde provocó el delirio en un quite -media verónica por el pitón izquierdo, muy conocida- que llenó de gloria al gitano y el bolsillo al fotógrafo Cecilio que
El torero gitano suele ser un décimo de la lotería. ¿Saldrá premiado? Todo vaticinio es pura suposición. Don Ignacio Cia Iribarren, excelente aficionado y amigo, director de la Casa de Misericordia, perteneciendo a la comisión taurina de la Junta de Gobierno de dicha institución, me contó: Aquél 4 de junio de 1942, festividad del Corpus, se lidiaron en Pamplona novillos de la viuda de Galache. Ángel Luis Bienvenida cortó dos orejas, Rafael Albaicín, que estuvo excelso, obtuvo cuatro orejas y un rabo, y Paco Bullido, una. El público pedía para Albaicín, ¡música!, ¡música! Y un amigo de mi padre dijo: «Música, no. ¡Órgano!». Antes de ir a la plaza, Albaicín se había solazado tocando el piano en el hotel La Perla donde se hospedaba, en la plaza del Castillo.
Repitió Rafael Albaicín, el día 21, con reses de Leopoldo Lamamié de Clairac que dieron poco juego. Alternó con Rafael Perea «Boni» y Augusto Gomes «Junior». Era una novillada de homenaje al Orfeón Pamplonés y a su eminente Director Excmo. Sr. Don Remigio Múgica. Las presidentas de la novillada eran unas señoritas del Orfeón. Albaicín decía:« Fui a buscarlas al hotel, para acompañarlas a
Ocho novilladas en Barcelona
En Barcelona llegó a torear ocho novilladas. El 6, 27 y 30 de agosto y el 3 de septiembre de 1942. Y los días 14 de marzo, 18 de abril, 29 de julio y 26 de agosto de 1943.
El día de su presentación me acordé lo que dijo un autor teatral en una de sus famosas obras: Cuando un pintor nos hace un retrato afortunado corremos para siempre el riesgo de vivir con la preocupación de parecernos más al cuadro que a nosotros mismos. Me daba la impresión que caminaba por el ruedo el modelo de Zuloaga. En la novillada del 27 de agosto toreó con temple y arte, mató con coraje y al final cortó una oreja. El 30 tuvo la genialidad de pasar sin pena ni gloria. En la novillada del 3 de septiembre sin descomponer la figura tal como está en el cuadro de Zuloaga se retiró a la enfermería después de matar su primero. Pasamos a 1943. Nadie se atrevió a opinar en la novillada del 14 de marzo. Unos decían que si y otros decían que no. Como en
El 17 de octubre del susodicho 1943 se presentó en Madrid y tomó la alternativa con
Recojo algún fragmento. Muy gracioso por cierto. Escribe: El ruedo es un gran perol donde se va a condimentar el guiso cañí. En el tendido hemos acampado doce o catorce mil espectadores dispuestos a tocar las palmas acompasadas y a taconear a las primeras de cambio. Uno del nueve bajo, impregnado de ambiente canta:
«En la Puerta de Jeré
vi a poné un letrero….
si me lo dejan poné»
Y la banda de música, en plena situación, se arranca por bulerías con el,
«!Ay mama!
¡Ay mama!
Que Periquito me quiere pegar»
De matador de toros toreó tres tardes en Barcelona. El 28 de mayo de 1944 con «Manolete» y Pepe Luis Vázquez. No estuvo afortunado y se le vio sin sitio toreando y con
Albaicín fue un torero sui géneris con ramalazos de miedo y ramalazos de arte. Practicaba un toreo tan estilizado que se quebraba de puro sutil. Era más gitano que torero. Pero tuvo una personalidad extraordinaria. Su finura y lentitud nadie se las pueden discutir. Una tarde en Pamplona estuvo excelso. El público pedía ¡música! ¡música!. Y un aficionado más sensible exclamó: ¡Música, no! ….!Órgano!. Por una sola vez Albaicín convirtió el toreo en un ejercicio espiritual.