Calderón escribió: «En la vida todo es verdad y todo mentira» En el toro la frase resulta una joya aceptada por las partes implicadas. Los toreros se preguntan si su ilusión merece toda una vida de sacrificio, a contracorriente, sumido en el fango y soportando una actitud falsa pero correcta. Las biografías de los personajes excepcionales siempre han sido espejos en donde mirarse para no decaer o superarse en la angustia, la desesperación y la pereza.
Posiblemente los toreros con intención de llegar a la gloria del Olimpo taurino deberían adoptar como primera asignatura, aprenderse de memoria la vida y obra de Rafael «El Gallo». Por muchos motivos profesionales y personales en este matador de toros se condensa mucha de la ciencia de torear. Fue un hombre extraordinario y genial a su modo. Torero de asombrosas alternativas emocionales en un mismo tiempo. Quizás sea el protagonista al que se le hayan atribuido más frases ingeniosas y anécdotas, ciertas o inventadas por sus admiradores en la larga historia de
No era de extrañar que sus actuaciones la mayoría de las veces se podrían definir, de «libre albedrío» y otras de milagrosas al salir de la plaza por su propio pie. En el arte de torear la verdad y la mentira aparentemente tienen rasgos contradictorios pero en toreros especiales como, el Divino y algunos otros, se solapan para proyectar la idea de su personalidad.
En Rafael Gómez el misterio taurino se hizo filigrana y la gitana arrogancia arte supremo. La historia contempla a «El Gallo» como el torero más genial al que ningún otro ha podido igualar en claridad, imaginación y solvencia en cualquier situación, adversa o favorable. De ahí sus tardes excelsas y sus actuaciones desastrosas, en las que la abulia, «los menges», y el pavor le invadían hasta hacerle perder el sentido de las cosas y llevarle en algunas ocasiones, vestido de torero, a la cárcel.
Toda la vida anduvo en explicaciones, coplas, risas y ovaciones sin distinguir a payos o gitanos. Su particular forma de entender su profesión no la adquirió con tablas y actuaciones, nació con él y el poso del toreo que calentó su cuna. Ya de novillero, toreando en Sevilla brindó su segundo, un novillo de Concha y Sierra, al Capitán General de la Región, don Agustín López. Seguramente que Rafael pensaba en una gran faena … Pero un mal gesto del toro bastó para trastocar el blanco en negro. Se negó a matarlo y el torero al calabozo. Bueno pues dos empresarios taurinos, el de Cádiz y Sanlúcar, se llegaron hasta la cárcel para que firmara sus contratos en fechas determinadas.
Madrid, corrida de Bañuelos, con Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Rafael realizó la faena soñada a «Peluquero», al que cortó una oreja, la primera que conseguía en
Un «pimo» gitanillo que «mangaba» al Gallo decía – «Rafae es tan güeno el probe que jasse esas cosas pa que puean come los demás toreros».
Al torero los escándalos y las broncas, «ni fu, ni fa» pero le resultaba bochornoso pegar la espantá y tirarse de cabeza al callejón. Una tarde
Le cortó las orejas y el rabo.
Sus argumento y sus sentencias taurinas lo elevaron al pedestal de genio. -«Toos los toros tienen su química» Y su herencia más directa la recibió otro gitano, Joaquín Rodríguez «Cagancho», que siguió muy en la línea del Maestro. Este «tano» canastero fue excelso con el capote, a veces virtuosos con la muleta, y en ocasiones, depurado con
Son simples y verídicos relatos. Todos los toreros han tenido, tienen y tendrán, tardes malas y buenas según las circunstancias que se congreguen en un momento exacto pero el público es muchas veces determinante con raras reacciones hacia algunos toreros y lógicamente estas son mucho más sonadas cuanto mayor sea la categoría de la figura.
Pues señores … Esto también es torear.