De Purísima y Oro: Las playas desoladas

Los eufemismos no van con él. Si algo desvirtúa su personalidad, es precisamente lo de rebajar el vino de los acontecimientos con el agua de la compasión. El domingo en la Plaza México El Pana estuvo en plan desastroso. Anclado tras las tablas, ni por correo quiso darle las buenas tardes a “Catavino”. La sombra fría de un miedo paralizante lo mantuvo inerte. No fue para menos, el de Malpaso era un toro con toda la barba y con dos despabiladores que desinflaron los pocos arrestos que traía el matador. (…)


Artículo de José Antonio Luna