Una de esas noches de luna llena, se escapó de su cercado y se fue hasta el campo en donde estaban los toros de lidia. En concreto se acercó hasta donde se hallaba tumbado un toro que había sido indultado y ya estaba totalmente recuperado. El toro de nombre «Pitón» dormía profundamente hasta que «Delfos» le despertó. Ambos iniciaron un intenso diálogo.

 

-«Delfos»: Maestro, quiero saber lo que se siente cuando se torea en una plaza importante y cuando un diestro torea entregado. . .

 

Maestro, ¿que sentiste cuando te indultaron?

 

-«Pitón»: Fue el día más feliz de mi vida, la complicidad que se crea en la lidia es una sensación única. La unión de los sentimientos y de la bravura crean un arte que llega al corazón de los aficionados. De joven me encantaba estar en la dehesa y correr en ella, pero lo que sentí en la plaza es diferente. Pude demostrar lo que era, el motivo de mi creación. Nosotros nacemos para ser toros bravos, para dar triunfos. No somos toros mansos, somos bravos muy bravos, estamos preparados para la lidia, necesitamos la lidia para sentir, sin ella no existiríamos… Disfrutamos del campo hasta llegar al motivo de nuestra existencia, la plaza. . .

 

Mientras, Luís Enrique iba por el camino del Rocío hacia su casa. Presidía un hermoso cielo azul, ese color que inspira a algunos sastres para crear uno de los trajes de torero más bonitos: el azul purísima y oro, reflejo del azul del cielo y de los ángeles que guardan el viaje más eterno. Tanta belleza sólo era interrumpida por una breve brisa que acariciaba a los árboles.

 

El diestro iba acompañado en el coche junto a su apoderado, Alejandro. Tanto el diestro corno su apoderado eran hombres callados pero cuando hablaban lo hacían con gran profundidad. De fondo, acompañando al silencio se oía una canción, una hermosa sevillana que decía: «Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma, cuando un amigo se va…”

 

Alejandro iba tatareando la canción y Luís Enrique iba analizando en su interior cada una de sus palabras. Al instante y con la música de fondo empezaron una bonita conversación.

 

-Alejandro: ¡Qué canción, tan bonita y a la vez tan dulce, qué mezcla de tristeza y miel!

 

-Luís Enrique: Tienes razón, maestro, es duro cuando un amigo se va…

 

-Alejandro: Sabes, torero, hay dos tipos de despedidas, las involuntarias y las que son por decisión propia. Aunque son bien distintas, ambas pueden doler y mucho.

 

-Luís Enrique: Bueno, la peor la involuntaria, la muerte.

-Alejandro: Hay muchas maneras de morir…

 

-Luís Enrique: Ya, pero la muerte es irreversible.

 

-Alejandro: Eres muy joven, pero un día recordarás esta conversación. Por supuesto que con la muerte, poco podemos hacer. Bueno…Recuerda algo. Las personas mueren cuando se deja de pensar y hablar de ellas. Mientras hay recuerdo, esas personas viven entre nosotros. A parte de ese adiós totalmente involuntario, hay otros adioses, esos que se dicen sin querer, por dolor o por miedo… I

 

-Luís Enrique: Sigue maestro, sigue, me gusta escucharte.

 

 

-Alejandro: Una de las despedidas más duras es cuando uno deja de torear. No es fácil olvidar esos sentimientos previos a la tarde de torear, se echa de menos a la incertidumbre al miedo y sobre todo a esa soledad, a ese encuentro con el otron. Cuando se torea hay instantes en que todo pasa muy deprisa. Un día estás aquí, otro allá. Te despiertas en una ciudad y duermes en otra, pero el estar ante la cara del toro se echa tanto de menos… Para un torero, torear es lo primero, es el eje de la vida, si no toreas es como si te faltase algo. Recuerdo que cuando estaba en activo, estaba deseando que empezase la temporada. Sabes, un año no había ido a las primeras citas importantes de la temporada y estaba deseando iniciar el paseíllo. Si es que no te lo vas a creer, pero hasta echo de menos esos pensamientos torbellinos que me daban vueltas una y otra vez antes de torear.

 

– Luís Enrique: ¿Pensamientos torbellinos? ¿Te refieres a darle muchas vueltas a las cosas en la cabeza? Porque si hablas de eso, yo soy un experto. Como dice mi prima, tengo un master en darle vueltas a las cosas.

 

-Alejandro: Pues sí, hasta eso echo de menos. No es bueno «centrifugar», ¿así decís los jóvenes? Hay que intentar centrarse en los objetivos y en lo que tienes que hacer para conseguirlo, dando vueltas no se consigue nada, sólo pasarlo mal y para tragar ya está ese toro que te mira y se te para antes de poderle dar el muletazo.

 

                                   

-Luís Enrique: Maestro, hace tiempo que estás a mi lado, fuiste un triunfador. ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Alejandro: Adelante, torero, adelante, sin miedo.

 

-Luís Enrique: ¿Por qué lo dejaste?

 

-Alejandro: Pisas terreno profundo, torero, el terreno de la intimidad, pero por tu delicadeza ante la pregunta, vaya intentar contestarte. Ya sabes mi concepción del toreo, no era fácil salir con esa predisposición cada tarde, con ese ánimo de entregarlo todo. Esta profesión es muy dura, yo no concebía estar ante la cara del toro de otra manera, y la verdad es que cada vez me costaba más realizar ese esfuerzo. El toro siempre es distinto, pero tú eres la misma persona. Que nadie se olvide que detrás de un torero, detrás de cada traje de luces hay un hombre. Las personas no podemos siempre recargar las pilas, el tiempo también pasa factura. Llega un momento en que lo que antes era natural se convierte en un esfuerzo y los esfuerzos tienen un límite. Así que llega un día en el que se ha de decir adiós. Es muy duro, más de lo que los aficionados creen, pero seguro que las despedidas de otros compañeros fueron más duras. Lo más duro debe ser dejarlo por la falta de ilusión o por no poder conseguir algunos de tus sueños.

 

-Luís Enrique: Eso último, debe ser bastante complicado.

 

 

-Alejandro: Si, pero no olvides algo. Lo peor no es conseguir las cosas, es no intentarlo o huir de algo que te inquieta o te atrae. Ese es otro tipo de adiós. Si lo intentas pero no lo consigues te queda la satisfacción de haberlo intentado. Y torero, en la vida como en el toreo hay que arrimarse. Así que dejemos de hablar de la profundidad del adiós y vamos a centramos en el aquí y ahora.

 

 

Esta es una temporada importante para ti, la gente te espera y tu estás en muy buen momento, así que ya sabes, a concentrarte y ¡a por esas puertas grandes, torero!

 

-Luís Enrique: Maestro, ¿crees en el destino? ¿Y en la intuición?

 

-Alejandro: Vaya pregunta complicadita, vaya preguntita…Recuérdame que te deje un libro que habla del Oráculo de «Delfos».

 

-Luís Enrique: ¿De «Delfos»?

 

-Alejandro: Tendrá razón la gente que dice que eres un poco raro…

 

-Luís Enrique: Profundo, de raro nada.. .muy profundo.

 

No es fácil decir adiós y menos cuando se quiere a algo o a alguien.