En ocasiones no se es ni mejor, ni peor, simplemente diferente. Lo vulgar es repetitivo y caduco, lo diferente mágico y perdura con el paso del tiempo. ¿Uno nace diferente o se hace diferente? Probablemente la naturaleza predispone y el día a día dispone de las capacidades de cada uno. Para vivir y crear hay que implicarse en la vida, no es tarea fácil pero eso es lo que marca la diferencia. Hay personas como en el toreo, que se arriman y mucho, otras en cambio no. ¿Qué es mejor? Para vivir no hay una fórmula mágica, depende de los objetivos de cada aventura personal. Vivir la vida arrimándose y luchando por lo que se siente, es vivir la vida como un continuo reto. No es un camino fácil, pero sí intenso, y la intensidad produce un sabor incomparable.

 

«Delfos» pasaba los días en la finca donde había nacido y donde su ganadero depositaba sus esfuerzos e ilusiones en esos toros a los que criaba y les dedicaba gran parte de su vida. Por su finca pasaban diferentes toreros que tentaban y se entrenaban para estar preparados antes de torear en la plaza. La finca estaba impregnada de ilusiones, sueños por cumplir, muchas faenas imaginadas fruto de la soledad más ansiada, la de cuajar un toro en la boca de riego en una plaza importante. Soñar no cuesta dinero, es libre. ¿Qué sería de la vida sin sueños, sin ilusiones? No sería vida. Por desgracia hay momentos en que cuesta soñar, por eso cuando un sueño se puede cumplir hay que apostar y apostar fuerte.

Un torero: ¿nace o se hace? El torero nace pero también se hace, se construye a través de su esencia, sin materia es difícil, por no decir imposible crear. Es el campo un refugio de la soledad, la soledad buscada que es la soñada. La tranquilidad de la naturaleza permite el encuentro personal. Las verdes hojas parecen querer tocar el cielo, ese celeste azul inimitable. Los animales crean un paisaje digno de ser pintado por un artista. La sensibilidad del campo, traspasa las fronteras. El silencio está lleno de emotividad, jamás un silencio fue vacío, siempre suele estar lleno de significados. Concentración y vocación se unen para crear las ilusiones.

Luís Enrique Montenegro hacía poco que había tomado la alternativa. Tenía 21 años y crecía y maduraba en el campo. La ciudad no le gustaba, se sentía prisionero entre sus calles, sus coches y el ajetreo de las personas que caminaban a ritmo del reloj. Había nacido en Huelva, y desde niño había vivido y sentido junto a sus padres, el camino de la Feria del Rocío.

El sueño de Luís Enrique, ser torero, ¡bueno!, ser figura del toreo. Vivía la vida como un reto, necesitaba superarse constantemente, no entendía la vida sin el intentar mejorar.

Era capaz de andar varias horas, cuando quería descansar se sentaba encima de alguna piedra y se alejaba de todo. En más de una ocasión cogía una ramita del suelo y pensaba que estaba dando un muletazo… Aunque en ocasiones podía parecer frío y distante, era sólo una apariencia, era mucho más emotivo de lo que ni él mismo sospechaba. Sentía pero no le gustaba que los demás pudieran descubrir sus sentimientos.