Por otro lado falso es pensar que a Chicuelo le fallara el valor pues es notoria su predilección por las corridas fuertes de cada momento dentro y fuera de la plaza hasta sus últimos años en activo. En el campo se convirtió en un excelente torero de tentaderos. Su conocimiento del toro era tan asombroso que sólo le bastaba un imperceptible movimiento de su capotillo diminuto para frenar a cualquier embestida de un Miura, Pérez de la Concha o Pablo Romero. Otro torero que le heredaría en afición y acierto sería luego su mejor discípulo en la dehesa Pepe Luis Vázquez, algo más abelmontado ciertamente, pero con un perfecto sentido de la lidia. En el cómputo general de sus actuaciones fue muy desigual artísticamente. Las tardes de gloria se alternaban en la misma campaña con las más aciagas, puesto que el no concebía el toreo como un arte rutinario, de lucha o competencia encarnizada. El arte de Chicuelo sólo se movía por la inspiración y la seguridad creativa del maestro. Esto fue lo que quizás le mantuvo al margen de una mayor proyección popular pese a poseer un arte inigualable.

Son multitud las tardes históricas vividas junto a “Chicuelo” en la Maestranza de las que destaco: la tarde del 31 de septiembre del 1919 con un toro de Rincón al que desorejó; la del 21 de abril de 1921, posiblemente la mejor de todas en la que cortó dos orejas a un toro de Miura en presencia de El Gallo y Manuel Granero; los cinco rabos de Sevilla: dos primeros fueron logrados el mismo día el 29 de septiembre y ante la misma ganadería Pérez de la Concha aunque en distinto año 1924 junto a Antonio Posada y Manolo Litri y en 1927 junto a Juan Belmonte que cortaría hasta una pata y el Niño de la Palma; el tercero obtenido fue con otro ejemplar de Moreno Santamaría en el mano a mano celebrado junto a Curro Gitanillo el 28 de octubre de 1928; el cuarto fue en la alternativa del monstruo de Córdoba, Manuel Rodríguez “Manolete” ante un bravo Tassara el 2 de Julio de 1939 y el último llegaría en el Corpus de 1942, concretamente el día que debutaba como ganadero Carlos Núñez junto a El Andaluz y Antonio Bienvenida.

Si en España el nombre de Chicuelo fue admirado, mayor alcance tomaría en América y más concretamente en Méjico en donde era asiduo cada temporada estoqueando alrededor de veinticinco corridas al año a excepción de una en la llegó a torear hasta en once ocasiones. De este modo no es de extrañar que fuera inmortalizado en bronce frente a la plaza de la Monumental.

De las tardes mejicanas quisiera destacar las acaecidas durante los años de 1925 y 1926. En primer lugar no podría olvidarnos del mano a mano con Rodolfo Gaona celebrado el 10 de febrero de 1925. Su faena se iniciada con seis verónicas en los medios, una larga maravillosa y un tercio de quites muy variados con gaoneras y delantales para más tarde culminar su toreo al natural con cinco muletazos que hicieron que el público mejicano se entregara a su merced. Tras aquella faena al segundo toro de San Mateo de nombre “Lapicero” dio tres vueltas al ruedo, obligado por el respetable. Al año siguiente, el 25 de octubre de 1926 llegaría la gloriosa faena a “Dentista” corrido en quinto lugar y de igual hierro que la faena anterior. Obtuvo los máximos trofeos acompañado del diestro mejicano Juan Silveti y el valenciano Manolo Martínez. El Universal Taurino, a través de Enrique Guarner así nos lo recuerda:

“No hubo en el maravilloso muleteo un solo detalle de chabacanería, ni un desplante relumbrón, ni siquiera un tocamiento de testuz, ni tampoco vueltecitas de espaldas y sonrisas al público. No, lo que hubo fue mucho arte, mucho valor y mucha esencia torera. Lo que hubo fueron 25 pases naturales. Todos ellos clásicamente engendrados y rematados provocando con la pierna contraria, dejando llegar la cabeza del toro hasta casi tocar al lidiador y en ese momento, ¿me entienden señores?, en ese momento desviar la cabezada mientras el resto del cuerpo del toro seguía su viaje natural y pasaba rozando los alamares de la chaquetilla…. Yo juro que en los veinte años que tengo de ver toros, jamás me había entusiasmado como ahora…..Aplaudí, grité, arrojé mi bastón, mi sombrero, mis guantes, mi pipa y como loco exclamaba: “¡Ese es el numero uno!”

Otras faenas con nombre propio de aquellos toros que le permitieron el éxito y la fama en la Méjico son los de Cartero de Piedras Negras o Pintor de San Mateo en ese mismo año de 1926, sin lugar a dudas su mejor temporada americana, y junto a ellos Testaforte, Mezcalero, Serrano, Pergamino, Quijote, Duende… Su carrera se mantiene constante desde 1919 hasta 1944 en donde sus apariciones se van reduciendo hasta llegar a la despedida definitiva acaecida el 1 de noviembre de 1951 en Utrera concediéndoles la alternativa a Juan de Dios Pareja-Obregón y la confirmación de la misma al utrerano Juan Doblado. Aunque en realidad fueron dos alternativas y tres despedidas puesto que los tres espadas nunca más llegaron actuar. Paradójicamente tras el retiro confesó que sus mejores faenas no las realizó ni en Sevilla, ni en Madrid ni en la Méjico sino en La Coruña y en Figueras.

Personaje de Chicuelo singular estudio y meditación, maestro del toreo y del reflejo que no de la guerra o la ambición, sus batallas siempre fueron contra él y contra su arte siempre en constante creación con esa su gracia, finura y alegría tan llenas de salsa y torería, como de endiablada inventiva e improvisación. No comparto la idea de los que aseguran de él que nunca alcanzó ser columna del toreo. Chicuelo con su adelantada fórmula logró “de motu propio” no sólo llegar a ser columna sino algo mayor, cimiento y basa del toreo contemporáneo.

Aquel torero estilista y pinturero a la media distancia, de gracia e imaginación creadora, de toreo aterciopelado, de carácter reservado e inteligencia natural, hermano y devoto de la Virgen de la Amargura y del Señor del Gran Poder se apagó definitivamente el 31 de octubre de 1967 a la edad de los 65 años, dejando abierta una dinastía la de “los Chicuelo” continuada hasta nuestros días por su hijo Rafael y sus nietos Manuel y Curro. Quien sabe si todavía no esta escrita la última hoja dorada de esta casa…

De Chicuelo ya lo dijo todo Gerardo Diego: “Torero, en una palabra, natural y tan hondo a la hora e ponerse a torear de verdad y cuando se encontraba mimbres propicios, como el más austero de los clásicos. Porque el torear de verdad y la verdad del toreo son muestras clarísimas de la verdad de Sevilla”.